Las relaciones de pareja han evolucionado significativamente en las últimas décadas, en parte debido a la transformación de los roles y a una mayor apertura social. Actualmente, se reconoce que no existe un modelo único de relación, sino que cada pareja encuentra su propio equilibrio.
Ejemplos de esta diversidad incluyen relaciones a distancia, parejas que eligen no casarse ni tener hijos, aquellas en las que el hombre se encarga del hogar mientras la mujer desarrolla su carrera profesional, las que acuden a terapia como parte de su bienestar y aquellas que optan por relaciones no monógamas.
En este contexto, también ha aumentado el número de parejas que deciden dormir en camas individuales unidas o incluso en habitaciones separadas, con el objetivo de mejorar la calidad del sueño. Para analizar científicamente esta práctica, un equipo de investigadores del Centro de Psiquiatría Integrativa (ZIP) de Alemania realizó un estudio, cuyos resultados fueron publicados en la revista Frontiers.
El estudio se llevó a cabo en un "laboratorio del sueño" con 12 parejas, donde se evaluó cómo dormían tanto de manera individual como en compañía. Los resultados mostraron que compartir la cama se asociaba con una mayor calidad del sueño, incluyendo un incremento del 10% en la fase REM, menos interrupciones y ciclos más prolongados. Además, se observó que los patrones de sueño de ambos integrantes tendían a sincronizarse, con un desfase promedio de cinco minutos.
Los investigadores concluyeron que la forma en que una pareja organiza su descanso puede influir en la calidad del sueño y en la sincronización de los ciclos de descanso. Asimismo, sugieren que este fenómeno podría contribuir a la mejora del sueño REM y a una mayor sociabilidad, lo que, a su vez, ayudaría a prevenir enfermedades mentales.