Guardar el pan en el refrigerador puede parecer poco convencional, pero los expertos en alimentos respaldan esta práctica por sus diversos beneficios. Desde alargar su frescura hasta mejorar sus propiedades nutricionales, aquí te explicamos por qué este sencillo hábito vale la pena.
Cuando pones el pan en la nevera, se activa un proceso conocido como retrogradación del almidón. ¿Qué significa esto? Las moléculas de almidón se reorganizan, creando una forma más resistente que resulta más difícil de digerir para tu sistema. Este almidón resistente llega al intestino grueso, donde actúa como prebiótico, alimentando las bacterias beneficiosas y favoreciendo una digestión saludable.
Es cierto que refrigerar el pan puede hacerlo un poco más seco y menos esponjoso, pero esto tiene solución. Antes de comerlo, puedes calentarlo ligeramente en un tostador o microondas para revertir parcialmente el proceso de retrogradación, restaurando su frescura y suavidad.
Conservación y reducción de desperdicio
Uno de los principales problemas del pan es el moho, especialmente en climas cálidos o húmedos. Al refrigerarlo, puedes frenar este inconveniente y prolongar la vida útil del pan, evitando que se eche a perder rápidamente. Si no planeas consumirlo pronto, congélalo en porciones. De esta manera, puede mantenerse durante meses sin perder su sabor ni calidad.
Otros alimentos que se benefician
Este truco no solo es útil para el pan. Alimentos ricos en almidón como arroz, pasta, papas y avena también experimentan retrogradación cuando se enfrían. Al recalentarlos, no solo recuperan su textura original, sino que además conservan sus propiedades prebióticas, promoviendo una mejor salud digestiva.
¿Cómo refrigerar o congelar pan correctamente?
Si decides probar la refrigeración o congelación del pan, sigue estos consejos para maximizar sus beneficios:
- Envuelve bien el pan: Usa papel aluminio, film plástico o bolsas herméticas para evitar que absorba olores del refrigerador.
- Divide en porciones: Si no planeas comerlo todo de inmediato, corta el pan en rebanadas y guarda solo lo necesario.
- Etiqueta las bolsas: Marca la fecha en la que lo almacenaste para llevar un control.
- Recalienta con cuidado: Usa un horno a baja temperatura o un tostador para recuperar su textura esponjosa.
Si tienes pan que ya no está tan fresco, no lo tires. Las partes duras o las orillas pueden convertirse en deliciosos platillos como budines, capirotadas o migas. Además de reducir el desperdicio, estarás cuidando tu economía y ayudando al medio ambiente.