La obesidad se ha convertido en una bomba de tiempo para México, y los datos más recientes lo confirman: el país ocupa el cuarto lugar en América en cuanto a prevalencia de sobrepeso y obesidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta alarmante situación preocupa a expertos y autoridades, que observan cómo esta crisis de salud pública sigue creciendo sin control.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2023, más del 75% de los adultos mexicanos padecen sobrepeso u obesidad. Lo más preocupante es que uno de cada tres niños y adolescentes también enfrenta este problema, lo que los pone en riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes tipo 2 o problemas cardiovasculares desde una edad temprana.
Este problema no solo afecta la salud de las personas, sino que también representa un enorme costo económico para el país. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) estima que cada año se gastan más de 150 mil millones de pesos en atender las complicaciones derivadas de la obesidad.
Uno de los principales factores que impulsan esta epidemia es el cambio en los hábitos alimenticios. La tradicional dieta mexicana, rica y nutritiva, ha sido reemplazada por alimentos ultraprocesados, cargados de azúcar, sodio y grasas saturadas. El consumo de bebidas azucaradas, por ejemplo, es uno de los más altos a nivel mundial, y la publicidad agresiva, junto con la falta de acceso a opciones saludables, ha transformado drásticamente la cultura de consumo.
La falta de actividad física también juega un papel crucial. Un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) revela que más del 60% de los adultos en México no realiza el mínimo de ejercicio recomendado por la OMS, lo que empeora aún más la situación.
La tecnología, las rutinas sedentarias y las largas jornadas laborales han contribuido a que el movimiento quede en segundo plano, afectando tanto la salud física como la mental de millones de personas.
En medio del auge por alcanzar el "cuerpo ideal", tratamientos como Ozempic (originalmente para la diabetes tipo 2) han ganado popularidad como métodos para perder peso, promovidos por influencers y celebridades. Sin embargo, su uso excesivo ha generado efectos secundarios como náuseas, vómitos y problemas digestivos.
Otras opciones, como la cirugía bariátrica o el balón gástrico ajustable (Spatz), también están en aumento. Este último ha llamado la atención por ser un tratamiento no invasivo que genera saciedad sin necesidad de cirugía.
Además, la terapia psicológica ha emergido como una estrategia integral importante, ya que factores como la ansiedad, el estrés y la autoestima influyen directamente en la relación con la comida. Trabajar en estos aspectos puede generar cambios duraderos.
Frente a esta crisis, los expertos coinciden en que la solución debe ser multidimensional:
Fomentar la educación nutricional desde la infancia.
Aumentar la regulación sobre la publicidad de alimentos ultraprocesados.
Facilitar el acceso a alimentos frescos y saludables.
Impulsar políticas públicas efectivas, como el etiquetado frontal de advertencia.
Pero no todo depende del gobierno; la sociedad también tiene un rol activo. Hacer pequeños cambios, como reducir el consumo de refrescos, incorporar más frutas y verduras, o caminar al menos 30 minutos al día, puede ser el primer paso para revertir esta epidemia.
Un equipo de investigadores ha descubierto que el fármaco mavoglurant podría reducir considerablemente el consumo de cocaína en personas con trastorno por consumo de esta sustancia. Los hallazgos, publicados en Science Translational Medicine, provienen de un ensayo clínico -- leer más