Las quimioterapias quedaron atrás para Juan Pablo Ferrer Núñez, quien a sus 12 años celebró la victoria al vencer un sarcoma de Ewing, un tipo de cáncer que afecta los huesos y los tejidos cercanos, el cual le había estado afectando la columna vertebral desde hacía dos años.
El dolor intenso en su espalda, que no cesaba, llevó a Juan Pablo a recibir atención médica, lo que permitió descubrir y tratar rápidamente el cáncer. Ahora, completamente recuperado, espera comenzar su rehabilitación, que le ayudará a ejercitar sus piernas y volver a caminar. En una entrevista, compartió su felicidad por el fin de los dolorosos tratamientos y las hospitalizaciones.
"Los internamientos, los estudios, los piquetes, todo eso ha terminado. Ahora no queda nada del sarcoma que tenía", mencionó Juan Pablo, quien recordó que la operación para extirpar una parte del tumor fue crucial.
Juan Pablo, siempre acompañado de sus padres y su hermana, ya solo debe acudir una vez al mes al Hospital de Pediatría del Centro Médico Siglo XXI del IMSS, donde los avances en el tratamiento han aumentado la supervivencia de los pacientes en un 90%.
Con ganas de seguir adelante, Juan Pablo expresó su deseo de regresar a la escuela, recuperar el tiempo perdido y volver a disfrutar de actividades como el baloncesto. Sus padres, Alexis y Zoreida, compartieron que, a pesar de las dificultades emocionales y económicas, nunca perdieron la fe, y agradecen la atención médica que su hijo recibió.
Aunque todavía enfrentan desafíos económicos, ya que los cuidados médicos afectaron su situación laboral, están agradecidos de que su hijo se haya recuperado. Juan Pablo no está estudiando actualmente debido a que ambos padres perdieron sus empleos y no tienen los recursos suficientes para inscribirlo en la escuela, pero están tranquilos y agradecidos de que su hijo esté sano.
La familia, a pesar de las duras experiencias, se siente impulsada por el amor y la esperanza. La hermana de Juan Pablo, Camila, aconsejó a quienes estén pasando por una situación similar que no se rindan, ya que siempre hay esperanza.
Cuando un paciente supera el cáncer, se celebra con una tradición: tocar la campana de la victoria. Este símbolo de esperanza y triunfo tiene su origen en 1996 en el Centro Oncológico M.D. Anderson de la Universidad de Texas, donde un marinero inspiró esta costumbre basada en una tradición naval, en la que se toca una campana para marcar el final de una misión.