Un estudio reciente sugiere que el uso excesivo de antibióticos podría incrementar el riesgo de que los niños desarrollen asma y alergias, al alterar las bacterias intestinales durante una etapa crítica de su desarrollo. Según los investigadores, la exposición a antibióticos antes de los 2 años está asociada con un aumento del 24% en el riesgo de asma y del 33% en el riesgo de alergias alimentarias más adelante en la infancia, según un informe publicado en el Journal of Infectious Diseases.
El Dr. Daniel Horton, investigador principal del estudio en el Instituto de Salud y Políticas de Atención de la Salud de la Universidad de Rutgers, destacó que aunque los antibióticos son fundamentales para tratar infecciones bacterianas, los médicos deben ser cautelosos al prescribirlos a niños menores de 2 años, ya que su uso frecuente podría tener efectos negativos en la salud a largo plazo.
En este estudio, se siguió la salud de más de un millón de niños en el Reino Unido, y se comparó el tratamiento temprano con antibióticos con el riesgo posterior de desarrollar alergias y asma. Investigaciones previas sugieren que el uso repetido de antibióticos en los primeros años puede interrumpir el desarrollo de bacterias intestinales beneficiosas, lo que podría afectar el riesgo de enfermedades alérgicas.
Tras seguir a los niños hasta los 12 años, los investigadores hallaron que aquellos que habían recibido antibióticos en la infancia temprana tenían un mayor riesgo de sufrir asma y alergias alimentarias. Además, los bebés tratados con antibióticos tenían un 6% más de probabilidades de desarrollar alergias estacionales.
Aunque los antibióticos son esenciales y a veces salvan vidas, Horton enfatizó que no todas las infecciones en niños pequeños requieren tratamiento con antibióticos, y recomendó que los padres consulten con los médicos sobre el mejor enfoque para la atención de sus hijos.
Los investigadores no encontraron un impacto consistente del uso de antibióticos en el riesgo de enfermedades autoinmunes, como la enfermedad celíaca o la enfermedad inflamatoria intestinal, ni en trastornos del desarrollo como el TDAH o el autismo.