El delirium es una alteración aguda y fluctuante del estado mental que afecta la atención, la conciencia y la función cognitiva, representando un desafío para la salud pública, especialmente en personas mayores de 65 años.
Según Miriam Estrada Martínez, directora del Hospital Psiquiátrico “Fray Bernardino Álvarez”, este síndrome es el resultado de otras enfermedades como neumonía, insuficiencia hepática o renal, y diabetes, entre otras, y puede empeorar si no se trata a tiempo.
La especialista subraya que todo el personal médico, independientemente de su especialidad, debe estar capacitado para diagnosticar y manejar esta condición. "El delirium no es una enfermedad primaria, sino un reflejo de un desequilibrio en el organismo", destacó.
El riesgo de desarrollar delirium aumenta con la edad avanzada, el deterioro cognitivo, la demencia, la polifarmacia, la dependencia funcional, la desnutrición y los trastornos sensoriales. Factores como cirugías recientes, enfermedades agudas, dolor mal controlado y ciertos fármacos pueden desencadenar este síndrome.
El delirium se presenta de tres formas principales:
- Hiperactivo: con agitación, alucinaciones y conductas violentas.
- Hipoactivo: con apatía, escasa respuesta a estímulos y movimientos lentos.
- Mixto: que combina episodios alternantes de agitación y somnolencia profunda.
En los hospitales, esta condición afecta a un alto porcentaje de adultos mayores, llegando hasta el 80 % en unidades de cuidados intensivos.
A pesar de su gravedad, muchos factores de riesgo para el delirium son modificables. Estrada Martínez recomendó medidas preventivas como el control de enfermedades crónicas, una adecuada hidratación y nutrición, fomento de la movilidad y un ambiente tranquilo en compañía de familiares.
Es crucial que los familiares de pacientes con infecciones, enfermedades crónicas o politraumatismos estén alerta a síntomas como desorientación, confusión o somnolencia excesiva, ya que la detección temprana puede ser determinante.