En medio de la temporada invernal, muchos experimentan un aumento en la frecuencia de enfermedades, y expertos sugieren que hay múltiples razones detrás de este fenómeno. Tras años de aislamiento por la pandemia de COVID-19, las enfermedades parecen haber intensificado su presencia, y aquí exploramos las causas subyacentes.
En primer lugar, la estación del año desempeña un papel crucial. El invierno, con su clima frío, propicia la circulación de virus y bacterias.
El aumento en el tiempo que pasamos en espacios cerrados durante esta temporada favorece la propagación de infecciones. La compartición de aire en ambientes cerrados contribuye a este fenómeno, recordando la eficacia del uso de cubrebocas durante la pandemia para frenar la propagación del COVID-19.
La calefacción en espacios cerrados durante el invierno también desempeña un papel: reseca el ambiente, disminuyendo las capas de mucosa en las vías respiratorias y debilitando las defensas del cuerpo ante microorganismos. Investigaciones respaldan que los virus del resfriado, comunes en invierno, se reproducen mejor a temperaturas más bajas.
La pandemia ha dejado su huella en cómo percibimos y gestionamos las enfermedades. Antes, ciertos cuidados y prevenciones pasaban desapercibidos.
La alimentación saludable, el uso de cubrebocas, la ventilación de espacios cerrados y evitar el contacto con personas enfermas eran prácticas que no se valoraban completamente. La transformación de mentalidad post pandemia ha hecho que seamos más conscientes de estas precauciones.
Los efectos de la pandemia también se traducen en un mayor seguimiento de síntomas. Antes, las personas asistían a lugares públicos con enfermedades sin mayores precauciones. Ahora, la posibilidad de trabajar de forma virtual o mantener precauciones al acudir presencialmente ha llevado a un cambio de comportamiento.
Este nuevo enfoque ha creado un ambiente donde la percepción de enfermedades es más evidente y la prevención se ha vuelto una prioridad.
Adicionalmente, el calentamiento global, avances en medicina y la capacidad de los patógenos para adaptarse y mutar contribuyen a la potencia de los virus. La teoría de que el cuerpo ha olvidado cómo enfrentar amenazas debido al aislamiento durante la pandemia también cobra relevancia.
