El abandono de un recién nacido frente a una casa en Tultitlán, Estado de México, refleja cómo la sociedad actual ve al embarazo y la familia "como una amenaza" al futuro deseado.
Esta acción, que afecta a un ser indefenso por parte de sus propios padres, pone en evidencia los peligros de centrarse solo en los derechos de las personas sin resaltar también las responsabilidades que conlleva.
Este análisis es parte de la postura de la Iglesia Católica en México respecto al hecho ocurrido el 11 de febrero de este año, que causó conmoción e indignación en la mayoría de los mexicanos. En pocas horas, gracias a una cámara de vigilancia y mensajes de WhatsApp, se supo que los padres del bebé, de 21 y 18 años, presuntamente decidieron abandonar al niño tras un embarazo avanzado.
Para la arquidiócesis de México, el incidente tiene varias interpretaciones. Primero, lo consideran un acto ilegal y cruel debido a que ocurrió en una etapa avanzada del embarazo. Segundo, interpretan que los padres entraron en pánico, sin saber cómo enfrentar la llegada de un hijo, lo que les llevó a deshumanizar al bebé y tomar esa decisión. Según la iglesia, el miedo al futuro y la falta de solidaridad en la sociedad, sumado a la ignorancia de que existen opciones para ofrecer una vida al bebé, fueron factores determinantes.
Tercero, critican la creencia de que el aborto es un derecho, señalando que la crueldad de abandonar al niño solo se dimensiona cuando este ya es un ser humano completamente formado, luchando por sobrevivir. En cuarto lugar, la Iglesia lamenta el "linchamiento" social hacia los jóvenes padres.
El editorial reflexiona sobre la responsabilidad de la sociedad, señalando que no se les enseña a los jóvenes sobre sus obligaciones, sino solo sobre sus derechos, y que la sociedad ha perdido la capacidad de construir un futuro basado en valores y virtudes, enfocándose solo en lo material. También cuestiona si tener un hijo no es, en sí mismo, motivo de orgullo.
Finalmente, la arquidiócesis considera que este incidente debe servir como una lección para valorar la vida, cuidar a los jóvenes y transmitirles que siempre hay esperanza. Aunque se desconoce el futuro de los padres y del bebé, la Iglesia encomienda a los involucrados a la Virgen María, pidiéndole que los abrigue con su amor durante la crisis que atraviesan.