Un estudio reciente ha revelado que incluso una infección leve por COVID-19 puede aumentar el riesgo de ataque cardiaco al promover la obstrucción de las arterias.
La investigación, publicada el 4 de febrero en la revista Radiology, encontró que la infección con el virus se asocia con un crecimiento rápido de placa en las arterias coronarias, que son las encargadas de suministrar sangre al músculo cardiaco.
Los pacientes con COVID mostraron una mayor propensidad a desarrollar placas que pudieran causar un ataque cardiaco o que requirieran procedimientos para reabrir arterias bloqueadas, incluso cuando su enfermedad no fue lo suficientemente grave como para necesitar hospitalización. La inflamación provocada por la infección respiratoria es vista como la principal causa de este crecimiento acelerado de las placas, especialmente en aquellas no calcificadas, que son más susceptibles a romperse y bloquear el flujo sanguíneo, lo que puede llevar a un ataque cardiaco.
El Dr. Junbo Ge, investigador principal y director de cardiología del Hospital de Zhongshan en Shanghai, señaló que la inflamación tras la COVID-19 puede continuar favoreciendo el crecimiento de la placa, especialmente en las placas de alto riesgo. "Es crucial anticipar una carga cardiovascular más pesada para los pacientes a futuro, ya que la mayoría se recuperan de la infección aguda del SARS-CoV-2", agregó.
El estudio analizó tomografías computarizadas repetidas de más de 800 pacientes. Entre ellos, 690 contrajeron COVID, mientras que 113 permanecieron no infectados. Los resultados mostraron que las placas crecieron más rápidamente en los pacientes con COVID (0.9% anual) en comparación con aquellos no infectados (0.6% anual). También se observó que los pacientes con COVID tenían más placas de alto riesgo (21% frente a 16%) y un mayor índice de inflamación cardiaca (27% frente a 20%).
Lo más preocupante fue que los pacientes con COVID tuvieron una mayor propensidad a desarrollar placas que provocaron muertes relacionadas con el corazón, ataques cardiacos o la necesidad de reabrir arterias obstruidas mediante cirugía (10% frente a 3% en los no infectados).
El estudio resalta que estos efectos persisten hasta un año después de la infección, independientemente de otros factores de riesgo, como la edad, la presión arterial o la diabetes. Según los investigadores, si estos hallazgos se confirman, el mundo podría enfrentar una futura ola de enfermedades cardiacas como consecuencia de la pandemia de COVID-19.
Este escenario es especialmente preocupante en un contexto global, dado que se acercan los 800 millones de casos confirmados de COVID-19.