Dormir, ese anhelo común al final de cada día, puede transformarse en una experiencia perturbadora para aquellos que sufren del síndrome de la cabeza explosiva. Este trastorno del sueño, cuyo nombre evoca sensaciones de sobresalto, se caracteriza por un ruido fuerte y repentino, similar a una explosión, que interrumpe el descanso nocturno. Aunque no provoca dolor físico, el impacto psicológico puede ser considerable, generando ansiedad y afectando la calidad del sueño.
Según el doctor Alex Ferré, especialista en Medicina del Sueño, este trastorno es benigno y no está relacionado con enfermedades graves del sistema nervioso central. Sin embargo, las personas que lo padecen suelen describir sensaciones sensoriales intensas, como explosiones auditivas o visuales, a veces acompañadas de destellos de luz. "No causa dolor, pero sí una sensación desconcertante que puede generar nerviosismo, especialmente al dormir o al despertar", explica el experto.
Este trastorno es raro, pero podría estar más presente de lo que se piensa, ya que puede ser subdiagnosticado debido a la falta de conocimiento o el estigma asociado. Algunas personas experimentan episodios esporádicos, mientras que en casos más graves, puede ocurrir varias veces a la semana. "La frecuencia y el impacto determinan si es necesario un tratamiento, algo similar a trastornos como la migraña, donde la incidencia también varía", comenta el doctor Ferré.
A pesar de los avances en la medicina del sueño, las causas del síndrome siguen siendo un misterio. Se especula sobre posibles disfunciones neurológicas o auditivas, y se sugieren factores externos como la exposición a tóxicos o ciertos medicamentos. Además, malos hábitos de sueño, como la falta crónica de descanso o el uso excesivo de pantallas antes de dormir, pueden empeorar la condición. Aunque puede afectar a cualquier persona, es más común en mujeres, y el diagnóstico en niños puede ser complicado debido a la dificultad para describir los síntomas.
El diagnóstico se basa principalmente en la historia clínica del paciente y la exclusión de otros trastornos del sueño, como el síndrome de piernas inquietas o el bruxismo. En algunos casos, se utilizan pruebas como la polisomnografía para obtener mayor claridad. En cuanto al tratamiento, no existe una cura definitiva, pero sí se pueden aplicar medidas para aliviar los síntomas. Se han utilizado antidepresivos y antiepilépticos, aunque lo más importante es mejorar la higiene del sueño. "Dormir las horas adecuadas, mantener horarios regulares, reducir el uso de pantallas y crear un entorno adecuado son fundamentales para disminuir los episodios", recalca Ferré.