La neurociencia moderna ha comenzado a desvelar uno de los fenómenos más fascinantes de la mente humana: el autoengaño. Aunque solemos creer que entendemos las razones detrás de nuestras decisiones y comportamientos, la verdad es que el cerebro a menudo genera historias para justificar lo inexplicable.
¿Por qué ocurre esto? Porque el cerebro necesita dar coherencia, incluso cuando esta no existe. Este proceso de "explicar" acciones incomprensibles ha sido analizado por el físico y neurocientífico Andrés Rieznik, quien en un reciente episodio de La Fórmula Podcast, comparte sus hallazgos sobre este fenómeno.
Rieznik explica que en el cerebro existe un “intérprete”, un circuito neuronal que se encarga de construir narrativas sobre nuestras acciones. Este intérprete opera en el hemisferio izquierdo y busca encontrar lógica en nuestras decisiones, incluso cuando no comprendemos completamente las razones detrás de ellas.
Este fenómeno fue estudiado inicialmente por Michael Gazzaniga en los años 80 en personas con "cerebro dividido", en las que se había seccionado el cuerpo calloso. En estos experimentos, los pacientes realizaban acciones sin entender por qué, como dibujar una banana roja sin haber visto la palabra "banana". La conclusión fue que el cerebro llena los vacíos de información con explicaciones que parecen racionales, aunque no lo sean.
Rieznik y otros investigadores han replicado estos experimentos en personas con cerebros normales, con el objetivo de entender cómo el intérprete influye en la toma de decisiones. En un experimento, se mostró a los participantes dos fotos y se les pidió elegir la más atractiva. Sin embargo, los investigadores cambiaron sutilmente las fotos después de la elección. Sorprendentemente, los participantes justificaron su elección de una foto que en realidad no habían seleccionado. Este tipo de experimento muestra cómo el cerebro crea explicaciones para acciones que no ocurrieron como creemos, un proceso que Rieznik denomina "detección inconsciente del autoengaño".
El autoengaño tiene implicaciones tanto negativas como positivas. Por un lado, puede distorsionar nuestras decisiones, pero también forma parte de la reserva cognitiva, un concepto clave en la neurociencia. La reserva cognitiva se refiere a la capacidad del cerebro para resistir el deterioro cognitivo, desarrollada a través de tres pilares: actividad física, vida intelectual activa y relaciones sociales saludables. Rieznik explica que mantener una vida activa en estos tres aspectos puede ayudar a mitigar el impacto del envejecimiento.
Rieznik también señala que el aprendizaje continuo tiene un efecto exponencial: cada nuevo conocimiento transforma el anterior. Este fenómeno, denominado "interés compuesto del aprendizaje", permite que la inteligencia cristalizada (la capacidad de conectar información nueva con la ya adquirida) siga creciendo, mientras que la inteligencia fluida, relacionada con la velocidad de procesamiento, puede disminuir con el tiempo. Así, la inteligencia cristalizada contribuye a un juicio más maduro y estratégico.