Un estudio reciente sugiere que la fructosa, un azúcar presente en muchos productos alimenticios debido al uso del jarabe de maíz de alta fructosa, podría ser un "combustible" para las células cancerosas.
La investigación, dirigida por Gary Patti y su equipo en la Universidad de Washington, muestra que la fructosa no se metaboliza de la misma manera que otros azúcares, como la glucosa, en el cuerpo. Mientras que la glucosa se distribuye por todo el cuerpo, la fructosa solo se procesa en el intestino delgado y en el hígado.
En el hígado, la fructosa se convierte en lípidos llamados lisofosfatidilcolinas (LPC), que las células cancerosas pueden usar para promover su crecimiento. El estudio, que incluyó experimentos con animales portadores de tumores, encontró que una dieta rica en fructosa aceleró significativamente el crecimiento de los tumores. Este hallazgo sugiere que la fructosa podría ser un factor que favorece la progresión del cáncer, aunque el estudio no pudo establecer una relación directa entre el aumento de la fructosa en la dieta y el aumento de las tasas de cáncer.
El consumo elevado de fructosa es un fenómeno reciente en la dieta estadounidense, debido a su adición generalizada en productos procesados. Los investigadores indican que, aunque aún se necesitan más estudios, evitar la fructosa podría ser una estrategia beneficiosa para las personas con cáncer, dado que las células tumorales dependen de los LPC para crecer.
Este estudio, publicado en Nature el 4 de diciembre, abre la puerta a futuras investigaciones sobre el impacto de la fructosa en el cáncer y su potencial como objetivo en el tratamiento dietético de la enfermedad.