La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido una advertencia significativa sobre los hábitos alimenticios actuales, especialmente debido al aumento en el consumo de carnes procesadas.
La OMS destaca la importancia de moderar, o incluso evitar, el consumo de estos productos debido a sus posibles efectos cancerígenos. Pero, ¿cuál es la magnitud de este riesgo y cómo puede afectar nuestra salud?
Las carnes procesadas, que incluyen alimentos como embutidos, salchichas, hamburguesas, tocino y carnes curadas o ahumadas, han sido clasificadas por la OMS como carcinógenos del Grupo 1. Esto significa que hay evidencia científica suficiente que confirma que el consumo regular de estas carnes puede incrementar el riesgo de desarrollar cáncer en los seres humanos, particularmente cáncer colorrectal. Este tipo de cáncer es uno de los más comunes a nivel mundial y su asociación con el consumo de carnes procesadas ha sido ampliamente documentada en estudios científicos.
El Grupo 1 de carcinógenos es el mismo en el que se encuentran el tabaco y el asbesto, lo que resalta la seriedad del riesgo asociado al consumo frecuente de carne procesada. Los productos en esta categoría han sido modificados para mejorar su sabor o prolongar su conservación mediante métodos como el salado, curado, fermentado o ahumado. Ejemplos incluyen chorizo, salami, jamón y diversas carnes en conserva. Incluso las salsas y caldos elaborados a partir de carne procesada entran en esta clasificación.
El riesgo asociado a estas carnes se debe a los compuestos químicos que se generan durante su procesamiento, como las nitrosaminas, que han demostrado ser carcinogénicas en estudios experimentales. Estos compuestos se forman principalmente durante el proceso de curado o ahumado.
La OMS enfatiza que el consumo regular y en grandes cantidades de carnes procesadas aumenta significativamente el riesgo de cáncer, por lo que recomienda reducir su ingesta.
En cuanto a las carnes rojas, la OMS también ha señalado que las carnes no procesadas, como la carne de res, cerdo y cordero, se encuentran en el Grupo 2A de carcinógenos. Aunque la evidencia no es tan contundente como con las carnes procesadas, existe una conexión limitada que sugiere un riesgo potencial, especialmente cuando se consumen en grandes cantidades o se cocinan a altas temperaturas. Estos métodos de preparación pueden generar compuestos químicos dañinos que podrían contribuir al desarrollo de cáncer.
Para reducir el riesgo, es fundamental considerar alternativas más saludables en la dieta. Optar por carnes magras, pescados, aves o incluso fuentes de proteínas vegetales, como legumbres, frutos secos y productos a base de soja, puede ser una estrategia eficaz. Además, elegir métodos de cocción como hervir, cocer al vapor o cocinar a baja temperatura puede ser más seguro.
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