Un reciente estudio de la Universidad de Minnesota revela una preocupante tendencia: los hospitales en Estados Unidos, especialmente los rurales, están cerrando sus unidades obstétricas, lo que aumenta el riesgo para la salud de las mujeres y sus bebés.
Para 2022, el 52% de los hospitales rurales ya no tenían servicios de maternidad, en comparación con el 36% de los hospitales urbanos. Este cierre ha limitado las opciones de atención en áreas rurales, obligando a las pacientes a viajar distancias más largas, lo que puede retrasar la atención de emergencia durante el parto.
La autora principal del estudio, Katy Kozhimannil, advierte que esta crisis podría empeorar la alta tasa de mortalidad materna de EE. UU., que ya es más alta que en otros países desarrollados. Los hospitales rurales, que históricamente ofrecieron menos servicios obstétricos, han sufrido pérdidas más graves en comparación con los hospitales urbanos, que han tenido más capacidad para aumentar o mantener estos servicios. Entre 2010 y 2022, 537 hospitales suspendieron su atención obstétrica, siendo más numerosos los cierres en áreas rurales.
Una de las principales razones de este fenómeno es la falta de rentabilidad de los servicios obstétricos, especialmente porque el 40% de los nacimientos en EE. UU. son cubiertos por Medicaid, que paga significativamente menos que los seguros privados. Esto hace que los hospitales prefieran destinar recursos a servicios más rentables, dejando de lado las unidades de maternidad, que requieren una atención constante y especializada.
Este problema podría tener consecuencias graves para la salud pública, ya que la falta de acceso a atención obstétrica de calidad podría aumentar la mortalidad materna y las complicaciones en el parto, afectando no solo a las mujeres sino también a las generaciones futuras.