Las mujeres en las sociedades modernas viven alrededor de cinco años más que los hombres, y aunque las mujeres tienden a presentar más enfermedades, su esperanza de vida es superior.
Esta denominada "paradoja de supervivencia por género" sigue siendo un misterio, pero la ciencia sugiere que la genética y la biología podrían influir. Sin embargo, en el Londres medieval, la situación era diferente. Un estudio reciente publicado en Science Advances sobre los restos óseos de personas de esa época revela que tanto hombres como mujeres experimentaban una morbilidad y mortalidad similar, incluso en tiempos de hambrunas y epidemias. Las autoras del estudio sugieren que, en una sociedad patriarcal, las prácticas culturales que favorecían a los hombres contrarrestaban cualquier ventaja biológica de las mujeres.
Los restos óseos y dentales permiten identificar enfermedades y condiciones pasadas, incluyendo malnutrición y traumatismos de guerra. Por ejemplo, la malnutrición infantil en la Rumanía de Ceaucescu y los abusos de la Revolución Industrial dejaron marcas en los huesos y dientes de los niños. En el estudio de los huesos de 1.658 personas enterradas en Londres entre los siglos XI y XV, se analizaron varios biomarcadores, como la hipoplasia dental, la longitud del fémur y la formación de nuevo tejido óseo. Los resultados no mostraron diferencias significativas en los índices de fragilidad y resiliencia entre hombres y mujeres, lo que sugiere que la paradoja de morbilidad y mortalidad no existía en la Londres medieval.
El estudio también encontró que las mujeres no tenían la ventaja de supervivencia que se observa en épocas más recientes, como después de la Peste Negra, donde los hombres sobrevivieron más que las mujeres. Este fenómeno parece estar relacionado con factores sociales más que biológicos, ya que las prácticas culturales favorecían a los hombres en aquella sociedad.
Además, la longitud del fémur, que puede indicar condiciones de vida difíciles en la infancia, mostró que las mujeres con fémures más cortos presentaban más fragilidad que los hombres. Esto podría indicar que los hombres más frágiles no llegaron a la adultez, lo que sesgaría los resultados a favor de los hombres supervivientes.
En conclusión, las autoras sugieren que la mayor esperanza de vida femenina observada en la actualidad es un fenómeno relativamente reciente, influenciado por una menor marginación cultural de las mujeres. A lo largo de la historia, las mujeres fueron culturalmente marginadas, lo que impactó en su supervivencia, anulando cualquier ventaja biológica que pudieran haber tenido.