Los hongos están ganando atención cultural, en parte gracias a la serie de terror The Last of Us, que presenta una distopía causada por una infección fúngica que convierte a los humanos en criaturas violentas similares a zombis. Aunque los hongos reales no tienen el poder de transformar a las personas en zombis, sí representan un riesgo creciente para la salud. Tratar una infección fúngica resulta ser mucho más complicado que combatir una infección bacteriana. A continuación, te explicamos por qué.
A pesar de que las infecciones por hongos son menos comunes en comparación con las bacterias, cuando ocurren, pueden ser difíciles de manejar. Las infecciones menores como el pie de atleta o las infecciones vaginales son bastante comunes, pero la mayoría de los hongos prospera a temperaturas moderadas de entre 21°C y 26°C, bastante por debajo de los 36,6°C del cuerpo humano, según Arturo Casadevall, microbiólogo molecular en la Universidad Johns Hopkins y especialista en infecciones fúngicas. Aunque todos tenemos hongos en nuestro cuerpo, su presencia es mucho menor en comparación con la de las bacterias, y las infecciones fúngicas graves son relativamente raras.
El equipo de Casadevall comenzó a investigar estas infecciones después del brote de VIH. Con tratamientos tempranos, las infecciones fúngicas relacionadas con el VIH se han vuelto poco frecuentes en EE.UU. Sin embargo, otros factores, como los tratamientos inmunosupresores necesarios para la donación de órganos o para curar ciertos tipos de cáncer, pueden facilitar el crecimiento de hongos y resultar en infecciones graves.
Cuando los hongos infectan el cuerpo, su crecimiento es más lento en comparación con las bacterias, que pueden causar infecciones incluso en pequeñas cantidades. Los tratamientos antifúngicos también son menos efectivos que los antibióticos, y cuando el sistema inmunológico está comprometido, estos medicamentos tienen aún menos éxito, según Casadevall.
El número de medicamentos disponibles para tratar infecciones fúngicas es limitado, con solo 10 opciones aprobadas por la FDA para infecciones sistémicas, en contraste con los cientos de antibióticos para bacterias. Además, los hongos y los humanos comparten similitudes celulares importantes (ambos son eucariotas), lo que complica la tarea de desarrollar fármacos que sean letales para los hongos pero seguros para los humanos, explica Mahmoud Ghannoum, profesor de Dermatología en la Universidad Case Western Reserve.
El hongo Candida auris, identificado en 2009, es un ejemplo de la creciente preocupación, ya que ha desarrollado resistencia a varios antifúngicos y se propaga rápidamente en entornos hospitalarios.
A pesar de estos desafíos, los investigadores están trabajando en nuevos antifúngicos y vacunas, y están afinando los tratamientos inmunosupresores para reducir el riesgo de infecciones oportunistas.