La resistencia antimicrobiana (RAM) se ha convertido en una de las crisis de salud más graves de nuestra era, afectando no solo a los seres humanos, sino también a los animales y al medio ambiente.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), esta amenaza representa un peligro global para la salud pública, la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible, cobrando la vida de 700,000 personas anualmente debido a infecciones resistentes a los tratamientos.
Gabriela García Pérez, jefa del Laboratorio de Microbiología Molecular de la Facultad de Medicina, alerta sobre los efectos amplios de la RAM en diversos sectores. “Cuando los antibióticos no se metabolizan completamente, terminan en aguas residuales, que después de ser tratadas generan lodos con residuos farmacológicos. Estos lodos se usan en la agricultura, llevando los antibióticos a cultivos como cebollas, zanahorias, lechugas y repollos”, explicó García Pérez.
Este fenómeno no solo pone en riesgo la salud humana, al permitir el consumo indirecto de antimicrobianos, sino que también favorece la adaptación de bacterias resistentes que afectan tanto a animales como a plantas, impactando negativamente la producción agrícola y ganadera.
El impacto ambiental y su efecto en cadena
El problema empeora en el ecosistema. Los microorganismos en las aguas residuales desarrollan resistencias que se propagan por el medio ambiente, afectando la biodiversidad y regresando a los humanos a través de los alimentos y el agua. “La resistencia antimicrobiana no tiene fronteras: lo que ocurre en los campos o en las granjas impacta directamente nuestras vidas”, señaló García Pérez.
Soluciones científicas: CRISPR/Cas y más inversión
La ciencia ofrece esperanzas en esta lucha. La tecnología CRISPR/Cas, conocida como "tijeras genéticas", permite editar el genoma de células de forma precisa, lo que podría ayudar a reducir las resistencias microbianas. Desarrollada por las premiadas con el Nobel de Química, Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna, esta herramienta promete avances significativos, aunque requiere más investigación y recursos.
En países como Estados Unidos y Europa, ya se emplean estrategias de monitoreo para detectar cepas de microorganismos resistentes. Sin embargo, estas medidas exigen inversiones importantes y una colaboración global más sólida.
Acciones inmediatas: responsabilidad ciudadana
Además de los avances científicos, la población desempeña un papel clave. “Evitar la automedicación y seguir los tratamientos recetados son pasos esenciales para prevenir que las bacterias se vuelvan resistentes”, subrayó la especialista. También recordó que muchas infecciones respiratorias no necesitan antibióticos, y que el descanso y la atención médica son las mejores soluciones.