Este septiembre, como muchas personas, me inscribí en un gimnasio. Desde el primer día noté que, a pesar de mis esfuerzos por evitarlo, pasaba la clase de bodypump bostezando. No tenía sueño ni estaba aburrido, entonces, ¿qué ocurría?
El bostezo es un acto repetitivo que implica una inhalación profunda con la boca abierta, seguida de un máximo estiramiento de los músculos del cuello y la faringe, y una exhalación corta.
Bostezamos desde que somos fetos, al igual que lo hacen mamíferos, anfibios, aves, reptiles y peces. Los bostezos son más comunes durante la transición entre el sueño y la vigilia, en situaciones de estrés (como atletas antes de competir) y cuando sentimos hambre.
Altamente contagiosos
Los bostezos contagiosos ocurren cuando vemos a alguien bostezar o incluso al leer sobre ellos. ¿Cuántas veces has bostezado mientras lees este artículo?
Este es un ecofenómeno, una imitación automática de otros, relacionado con las neuronas espejo y la hiperexcitabilidad de las áreas motoras del cerebro. Bostezamos más cuando es un familiar quien nos contagia, y ocurre con más frecuencia en mujeres embarazadas. Sin embargo, la comunidad científica no se ha puesto de acuerdo sobre si esto está relacionado con la empatía, como se suele creer.
El 90 % de las veces bostezamos de manera espontánea, pero ¿por qué lo hacemos?
No es para oxigenar el cerebro
Es un mito pensar que bostezamos para llevar más oxígeno al cerebro. Esta teoría fue refutada hace más de 30 años, al demostrarse que respirar niveles elevados de oxígeno o dióxido de carbono, o hacer ejercicio, no influye en el bostezo. Además, esto no explicaría por qué los fetos bostezan.
Si bien el estiramiento de los músculos del cuello y la faringe que ocurre durante el bostezo podría mejorar la eficiencia al abrir las vías respiratorias, proporcionando más oxígeno, este aumento sería un beneficio a largo plazo, no un efecto inmediato.
Un mecanismo de refrigeración
En los animales de sangre caliente, como nosotros, la temperatura corporal se regula a través de la pérdida de calor por convección, evaporación o conducción. En el cerebro, la temperatura se regula mediante la circulación sanguínea y la producción de calor por las células, siendo generalmente unos 0,2 ºC más alta que la temperatura arterial. Cambios en la actividad cerebral o el flujo sanguíneo pueden afectar esta temperatura.
Un estudio que analizó 1,291 bostezos de 101 especies de mamíferos y aves encontró que cuanto mayor es el tamaño del cerebro y el número de neuronas, mayor es la frecuencia de los bostezos, lo que sugiere que los cerebros más grandes necesitan más bostezos para disipar el calor.
El bostezo provoca un aumento del flujo sanguíneo hacia la cara, cuello y cabeza, y reduce el líquido cefalorraquídeo y la sangre venosa caliente en la cabeza, lo que ayuda a enfriar el cerebro y prevenir daños por sobrecalentamiento.
Además, el aire frío que inhalamos durante el bostezo enfría las fosas nasales y las arterias carótidas, que llevan sangre al cerebro. Curiosamente, respirar aire frío o enfriar la frente y el cuello reduce la frecuencia de los bostezos contagiosos, y esta técnica se ha usado en personas que bostezan en exceso debido a problemas de regulación térmica.
Bostezar para espantar el sueño
Bostezamos más por la noche, cuando la temperatura cerebral está más alta, y al despertar, cuando empieza a aumentar. Esto ayuda a enfriar el cerebro para mantenernos atentos y evitar el sueño.
Curiosamente, bostezamos más en invierno que en verano. Un experimento en Tucson (Arizona) mostró que los bostezos contagiosos disminuyen con el calor del verano. Cuando la temperatura es elevada, al principio bostezamos para enfriar el cerebro, pero luego el bostezo se inhibe para no causar el efecto contrario.
Parece que el aburrimiento podría calentar el cerebro. Ojalá alguien investigue este fenómeno, ya que sabemos cómo enfriarlo: bostezando.