La teoría propuesta por la lingüista Ljiljana Progovac sugiere que los insultos creativos podrían haber jugado un papel clave en el desarrollo del lenguaje humano.
Según esta hipótesis, las primeras expresiones despectivas no solo fueron una forma temprana de creatividad lingüística, sino que también actuaron como herramientas sociales y evolutivas.
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Fósiles lingüísticos y su origen evolutivo: Progovac señala que ciertas combinaciones de palabras simples y despectivas, como "aguafiestas" o "entrometido", podrían haber sido usadas por nuestros ancestros para comunicar ideas complejas de manera eficiente. Estas estructuras lingüísticas primitivas son vistas como los llamados "fósiles lingüísticos", que habrían facilitado la comunicación sin recurrir a la violencia física, ayudando a resolver conflictos sociales.
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Supervivencia del más ingenioso: Este fenómeno se enmarca en el concepto de autodomesticación humana, un proceso evolutivo que comenzó hace unos 80,000 años, cuando los humanos empezaron a reducir su agresividad física y a priorizar habilidades sociales, como la cooperación y la creatividad verbal. Los insultos creativos pudieron haber sido una manera de competir por estatus social sin recurrir a la violencia.
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Evidencias en el reino animal: Aunque los humanos tienen capacidades lingüísticas únicas, algunos animales, como la gorila Koko, también combinan palabras de manera creativa, lo que sugiere que las bases de las frases compuestas podrían estar enraizadas en nuestra evolución. Los estudios con resonancia magnética funcional (fMRI) también refuerzan la idea de que las estructuras lingüísticas complejas, como las usadas en los insultos, activan más áreas cerebrales que las frases simples.
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El insulto como herramienta social: Más allá de su función agresiva, los insultos también pueden tener un papel positivo en las interacciones sociales. Según Penny Spikins, los insultos amistosos pueden fortalecer los lazos entre amigos, lo que implica que, además de su función competitiva, los insultos podrían haber facilitado la cohesión social en las primeras comunidades humanas.
Aunque la teoría enfrenta desafíos debido a la falta de evidencia directa sobre el lenguaje de nuestros ancestros, ofrece una visión fascinante de cómo los primeros humanos pudieron haber utilizado el lenguaje no solo para comunicarse, sino también para resolver conflictos, competir por estatus y fortalecer lazos sociales. La hipótesis de Progovac invita a reconsiderar los orígenes del lenguaje, sugiriendo que el arte de insultar pudo haber sido, en realidad, el primer arte de comunicarse.