Dirigentes de todo el mundo se comprometen a actuar para garantizar el futuro de la medicina moderna

En la reciente Asamblea General de la ONU celebrada en Nueva York, los países aprobaron una nueva declaración política clave para fortalecer la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos, una amenaza grave para la medicina moderna.

La resistencia a los antimicrobianos podría deshacer siglos de avances en medicina, llevándonos de vuelta a una época sin antibióticos. Enfermedades que hoy tratamos fácilmente podrían volverse más difíciles de curar e incluso mortales.

Este fenómeno es en gran parte el resultado del uso indebido o excesivo de antimicrobianos (como los antibióticos), lo que permite que los microbios se vuelvan resistentes y que las enfermedades se vuelvan más peligrosas y letales. Es un problema de salud serio, especialmente porque las infecciones resistentes suelen surgir y propagarse en hospitales. En los países con ingresos medianos y bajos, aproximadamente el 11% de las personas que se someten a cirugía contraen infecciones.

Naveed Khan, un servidor público de 25 años de Pakistán, es un ejemplo de cómo la resistencia antimicrobiana afecta gravemente a estos países. Después de contraer tétanos, sufrió una serie de infecciones resistentes a los antibióticos mientras estaba hospitalizado en Peshawar.

Estos países enfrentan una carga desproporcionada de infecciones resistentes, agravada por la falta de acceso a agua potable, sistemas de salud sobrecargados, presupuestos limitados, y el acceso restringido a diagnósticos y tratamientos adecuados. Esto se traduce en una crisis de acceso a antimicrobianos, tanto nuevos como existentes, y en una escasez que es mucho más grave que el uso indebido. Además, la falta de acceso a vacunas y diagnósticos adecuados empeora la situación.

El conflicto en zonas como Gaza, Sudán y Ucrania también ha exacerbado la resistencia antimicrobiana, dificultando el tratamiento de las heridas de guerra. Por ejemplo, en Gaza, la resistencia a los antibióticos ya era un problema antes del actual conflicto, con un incremento del 300% en la resistencia entre los heridos durante las protestas de 2018-2019.

Este fenómeno es responsable de más de un millón de muertes anuales, y se espera que esta cifra aumente significativamente en las próximas décadas.

Aunque combatir la resistencia a los antimicrobianos es un desafío complejo, se han logrado avances con planes integrales que abarcan la salud, el medio ambiente, la sanidad animal y la agricultura. Sin embargo, estos planes aún solo se aplican en países de altos ingresos, lo que debe cambiar.

A pesar de las advertencias, las soluciones para frenar la resistencia aún son lentas, especialmente en el desarrollo de nuevos antibióticos. Desde 2017, solo se han aprobado 13 nuevos antibióticos, de los cuales solo dos son innovadores. La nueva declaración política de la ONU establece compromisos para reducir en un 10% las muertes por bacterias resistentes para 2030, y para asegurar que al menos el 70% de los antibióticos prescritos en salud humana provengan de la categoría de menor riesgo según la OMS.

El principal logro de la reunión será atraer más fondos para implementar estos compromisos.

Los argumentos a favor de invertir en la lucha contra la resistencia antimicrobiana son claros. La falta de acción podría generar un gasto adicional de hasta 412 mil millones de dólares anuales en atención de salud, y la pérdida de productividad podría alcanzar los 443 mil millones de dólares. Sin embargo, las intervenciones básicas contra la farmacorresistencia ofrecen una excelente rentabilidad, con un retorno de entre 7 y 13 dólares por cada dólar invertido.

Para respaldar estos debates técnicos sobre mortalidad y financiamiento, se invitó a Ella y John, dos supervivientes de infecciones resistentes. Ella, que padece fibrosis quística, tuvo que recurrir a un tratamiento experimental para una infección resistente grave. John pasó un año hospitalizado por una infección que resistió varios antibióticos, poniendo en riesgo su vida.