Los habitantes de estas localidades han visto transformadas sus rutinas diarias
La región de Sevilla, en el sur de España, está enfrentando una crisis de salud pública debido a un nuevo brote del virus del Nilo Occidental. Con temperaturas estivales cercanas a los 40 grados, el miedo se ha extendido entre los 340,000 habitantes de los municipios sevillanos a lo largo del río Guadalquivir.
Este brote ha causado dos muertes y nueve hospitalizaciones, según la Concejalía de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía.
Los residentes de estas localidades han tenido que cambiar sus rutinas diarias, ya que se les ha recomendado permanecer en sus hogares durante el amanecer y el atardecer, cuando el riesgo de picaduras de mosquitos es mayor.
El virus del Nilo Occidental se transmite a través de la picadura del mosquito Culex, que obtiene el patógeno de aves infectadas. Aunque los científicos han estado advirtiendo sobre este riesgo desde 2011, el brote más mortal ocurrió en 2020, coincidiendo con la pandemia de COVID-19, cuando se reportaron ocho muertes y 77 contagios.
Después de años de relativa calma debido a la sequía, las lluvias abundantes de esta primavera han facilitado el retorno del virus. La reciente detección del patógeno en capturas de mosquitos en municipios como Almensilla, Villamanrique de la Condesa, Bollullos de la Mitación, Utrera y Montalbán ha reactivado las alertas sanitarias.
La gestión de este brote ha generado un conflicto entre diferentes administraciones. La Junta de Andalucía sostiene que su función es vigilar y controlar la población de mosquitos, mientras que los ayuntamientos deben ejecutar los planes de fumigación.
En el centro de esta problemática se encuentran los arrozales de las marismas del bajo Guadalquivir, identificados como el principal caldo de cultivo para las larvas de mosquitos. A pesar de las advertencias científicas emitidas hace más de una década, los empresarios agrícolas de la zona no han implementado medidas de control efectivas, como la fumigación.
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