¿Cuál es el día en el que rendimos menos en el trabajo, según la ciencia?

Un reciente estudio liderado por Taehyun Roh ha identificado el viernes por la tarde como el momento de menor productividad en la semana laboral.

Este hallazgo se basa en datos de casi 800 empleados durante dos años, donde se registraron métricas como palabras escritas, errores tipográficos y clics. Los resultados mostraron que la actividad laboral disminuye significativamente los viernes, con una caída del 19.1% en las palabras escritas y una leve reducción en los errores tipográficos, lo que sugiere una menor concentración y precisión. La fatiga acumulada y la falta de motivación hacia el final de la semana explican este descenso en la productividad.

Implicaciones y soluciones

Este estudio plantea la necesidad de repensar la estructura de la semana laboral. Según Roh, una opción viable sería adoptar semanas laborales más comprimidas o permitir el teletrabajo los viernes, lo que podría reducir el agotamiento y mejorar la productividad general.

Ejemplos exitosos

Algunas empresas, como las de Tokio, que implementaron semanas laborales más cortas, reportaron un aumento del 40% en la productividad, además de reducir costos operativos. Un estudio de Monster también encontró que el 61% de los trabajadores cambiaría a semanas más cortas si tuviera la opción, y un 33% consideraría cambiar de empleo para obtener este beneficio.

Beneficios adicionales

La adopción de jornadas laborales más cortas tiene ventajas tanto para los empleados como para el medio ambiente:

Reducción de emisiones de carbono: El teletrabajo y las semanas laborales comprimidas disminuyen los desplazamientos, lo que reduce significativamente las emisiones de CO2.
Ahorros económicos: Menores costos en transporte y otros gastos asociados con la presencia física en el trabajo.

Conclusión

Este estudio resalta cómo la fatiga afecta la productividad y propone soluciones que podrían equilibrar la vida laboral y personal, beneficiando tanto a los empleados como a las empresas. Repensar la estructura tradicional del trabajo podría fomentar un entorno más saludable y sostenible.