Un estudio reciente ha revelado que alrededor de un tercio de las farmacias en los Estados Unidos han cerrado desde 2010, lo que representa un "declive sin precedentes" en los servicios farmacéuticos de vecindarios, lo que ha dificultado el acceso a recetas, vacunas y otros servicios de salud esenciales.
La caída comenzó en 2018, impulsada principalmente por las fusiones de grandes cadenas de farmacias que cerraron tiendas menos rentables, lo que también afectó a las farmacias independientes de barrio, que tuvieron el doble de probabilidades de cerrar que las cadenas.
Entre 2019 y 2021, la reducción de farmacias afectó a 41 de los 50 estados y a casi 92 millones de personas, con un impacto mayor en siete estados: Illinois, Maine, Mississippi, Nueva York, Pensilvania, Rhode Island y Vermont. Las áreas con comunidades negras, latinas y de bajos ingresos fueron particularmente afectadas, con tasas de cierre del 38% en vecindarios negros y del 36% en vecindarios latinos, en comparación con el 28% en vecindarios blancos.
El estudio también destaca que los cierres de farmacias podrían ampliar las disparidades de salud, afectando el acceso a servicios esenciales como vacunas y tratamientos para diversas condiciones. Los investigadores sugieren que para mitigar estos efectos, los legisladores y reguladores podrían implementar políticas que aseguren que las farmacias independientes sean incluidas en las redes de beneficios preferidos de seguros y programas de salud pública como Medicare y Medicaid, así como incrementar los reembolsos a estas farmacias para evitar más cierres en áreas vulnerables.