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Estrés y depresión entre las mujeres con infarto de miocardio

Estrés y depresión entre las mujeres con infarto de miocardio
AGENCIAS / EL TIEMPO
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Las mujeres que han sufrido un infarto de miocardio presentan altos niveles de estrés y síntomas depresivos. Esta es la conclusión de una investigación publicada en la revista Journal of the American College of Cardiology, que pone de relieve las diferencias y similitudes en los factores psicosociales entre quienes han sufrido un infarto de miocardio en presencia de enfermedad coronaria y quienes no la padecen.

"Los factores psicosociales estresantes, la ansiedad, el estrés percibido y la depresión aumentan el riesgo de cardiopatía isquémica y de infarto de miocardio", explican los investigadores. "Las mujeres con infarto tienen más probabilidades (hasta 3 veces más) que los hombres de presentar niveles elevados de estrés y depresión, independientemente de la edad". A pesar de los diversos estudios realizados, no se sabe mucho sobre el nivel de correlación entre el estrés psicosocial y la depresión en el momento de la presentación del infarto, y no está claro cómo cambian estos dos elementos en los meses siguientes al infarto propiamente dicho.

Los resultados del análisis

Los investigadores analizaron los datos del estudio HARP, que incluía a 314 mujeres con infarto de miocardio y enfermedad coronaria (MI-CAD de myocardial infarction and obstructive coronary artery disease) y 172 con infarto de miocardio sin obstrucción de las arterias coronarias (MINOCA de myocardial infarction with nonobstructive coronary arteries). Estas últimas eran más jóvenes que las mujeres con MI-CAD, con una edad media de unos 59 y 62 años respectivamente, y tenían menos probabilidades de padecer hipertensión, diabetes y dislipidemia. No se observaron diferencias, sin embargo, en las tasas de insuficiencia cardiaca e infarto previo.

Los participantes habían completado cuestionarios psicosociales, incluida la Escala de Estrés Percibido (PSS-4) y el Cuestionario de Salud del Paciente (PHQ-2), tanto en el momento en que sufrieron el infarto como dos meses después.

Las pacientes con MINOCA tenían menos probabilidades que las de MI-CAD de presentar altos niveles de estrés tanto en el momento del infarto (PSS-4≥6 en el 51 % y el 63 %, respectivamente) como a los dos meses (32,5 % frente al 46,3 %). Estas mujeres tenían puntuaciones más bajas de estrés percibido y, aunque los niveles de estrés crónico parecían similares entre los grupos, refirieron menos acontecimientos vitales estresantes previos.

En cuanto a los síntomas depresivos, las puntuaciones en el PHQ-2 parecían ligeramente mejores entre las mujeres con MINOCA. Sin embargo, no se encontraron diferencias significativas entre los dos grupos en el momento del infarto y al cabo de dos meses. Además, más de la mitad de las mujeres (57 %) con síntomas depresivos elevados en el momento del infarto seguían teniéndolos en el seguimiento.

¿Qué esperar?

"El estrés y los síntomas depresivos disminuyeron en general tanto en pacientes con MI-CAD como con MINOCA, pero hubo subgrupos de pacientes que experimentaron un empeoramiento del estrés (22 %) y la depresión (31 %) tras la recuperación aguda del infarto", subrayan los investigadores, para quienes será necesario determinar si estas mujeres tienen un mayor riesgo de resultados adversos.

No obstante, serán necesarios más estudios, sobre todo para saber si las intervenciones que reducen el estrés percibido consiguen mejorar los resultados entre las mujeres supervivientes de un infarto de miocardio con o sin enfermedad arterial coronaria obstructiva.

 

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