“El tiempo es cerebro”: la importancia de la detección precoz y la rehabilitación tras un ACV
AGENCIAS / EL TIEMPOAnualmente, unas 15 millones de personas padecen un accidente cerebrovascular. De las cuales, 5 millones mueren y otras 5 millones desarrollan una discapacidad permanente.
Por este motivo, los expertos aseguran que “el tiempo es cerebro”, ya que cada minuto cuenta para evitar las secuelas que afectan la vida diaria de los pacientes. En tanto, una correcta rehabilitación puede implicar una mayor reinserción social y laboral tras estos episodios.
En la Argentina, en tanto, se estima “ocurren aproximadamente 120.000 casos anuales, los cuales representan 40.000 muertes y 40.000 nuevas personas con discapacidad cada año”, según un estudio presentado en el Congreso, a mediados de este año, sobre esta situación. En ese sentido, en el país es la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad.
A un año de ocurrido un ACV, solo el 10% de los sobrevivientes tiene una recuperación completa. Una cifra similar de individuos fallece al cabo del año y el 80% tiene algún grado de secuela que impacta significativamente en su calidad de vida. Por lo cual, los expertos llaman a poner el foco en la prevención y abordaje de esta patología, además del trabajo posterior; ya que “si se realiza una rehabilitación integral e interdisciplinaria, en muchas ocasiones pueden revertirse las consecuencias del accidente cerebrovascular”.
“A diferencia de las enfermedades neurodegenerativas, el ACV es una lesión adquirida del sistema nervioso central: una vez que ocurre, aparecen secuelas, pero no suelen empeorar, sino mejorar con el tiempo si es que se hace la rehabilitación adecuada. Esta no debe ser necesariamente en internación, puede ser ambulatoria”, afirmó el doctor Máximo Zimerman, Neurólogo, Director Médico del Centro CITES INECO, Director Médico de la Clínica ALCLA.
Al tiempo que resaltó que, “a nivel mundial, cada vez hay más centros de rehabilitación neurológica, conforme la población es más añosa y lamentablemente ocurren más enfermedades que comprometen al sistema nervioso”.
Según advierten los expertos, un paciente no vuelve a ser el mismo después de un accidente cerebrovascular. Es por eso que la mayoría de los esfuerzos son destinados a los primeros momentos, a prevenir y a tratar de manera aguda el ACV, “lo que refuerza la importancia de trabajar en la recuperación y reinserción del paciente en su ámbito social, familiar y laboral”.
Estos episodios, según indican desde la Clínica Mayo tienen lugar cuando “se interrumpe o se reduce el suministro de sangre a una parte del cerebro, lo que impide que el tejido cerebral reciba oxígeno y nutrientes. Las células cerebrales comienzan a morir en minutos”.
“Los accidentes cerebrovasculares ocurren cuando una arteria cerebral se ocluye (ACV isquémico) o se rompe (ACV hemorrágico)”, explican los especialistas. Al tiempo que resaltan que “se trata de una emergencia médica, porque el paciente debe concurrir a una institución para su inmediata atención y, dependiendo del tiempo desde el inicio de los síntomas, se le podrán realizar diferentes abordajes terapéuticos”, indicaron.
Ante un ACV, cada minuto cuenta
“Ante un accidente cerebrovascular, es muy importante no dejar pasar tiempo, porque cada minuto cuenta. Si pensamos que se puede estar ante un ACV, no hay que medicarse o ir a descansar”, alertó Zimerman. Y continuó: “El tiempo es cerebro: cada minuto que pasa es una posibilidad de hacer un procedimiento y revascularizar la zona afectada. Tampoco es recomendable tomarse la presión y medicarse: es probable que haya presión aumentada debido al ACV. Por ello, la indicación es dirigirse a una institución de salud o llamar a una ambulancia inmediatamente”.
En ese sentido, es importante advertir que algunos de los síntomas que podrían indicar la presencia de un ACV son “imposibilidad para mover una parte del cuerpo (brazos, piernas), entumecimiento u hormigueo en las extremidades, caída de un párpado, dificultad para hablar (palabra “arrastrada”, balbuceo, dificultad en la pronunciación), alteraciones en la visión (ver doble, borroso o dejar de ver súbitamente), pérdida de la conciencia, dolor de cabeza intenso y confusión”.
“La probabilidad de desarrollar un accidente cerebrovascular aumenta en aquellos individuos que tuvieron previamente un ACV o un ataque isquémico transitorio (AIT) y cuando existen factores de riesgo modificables, que son aquellos que pueden ser sometidos a cambios o control a través de intervenciones médicas o modificaciones en el estilo de vida, como la hipertensión arterial, la diabetes, la dislipemia, la obesidad y el tabaquismo, entre otros”, señaló la doctora Andrea Romeo, médica neuróloga, miembro del Servicio de Neurología Vascular del Hospital Universitario Fundación Favaloro.
Y agregó: “Es importante destacar que el medio ambiente también es considerado un factor de riesgo modificable. Por otro lado, los factores de riesgo no modificables son aquellos que escapan a la influencia de intervenciones médicas o cambios en el estilo de vida y estos son principalmente la edad, el género y los antecedentes familiares”.
La rehabilitación, un eje central tras un ACV
Luego de que un evento de estas características tiene lugar y se logró la atención médica necesaria, los expertos advierten la importancia de contar con una rehabilitación que esté compuesta, entre otros aspectos, por un “entrenamiento físico a través de terapia ocupacional y kinesiología, entrenamiento del lenguaje y de la deglución -a través de fonoaudiología-, entrenamiento neuropsicológico en el caso de que exista una secuela cognitiva y entrenamiento de todas las actividades de la vida diaria a través de terapia ocupacional”.
Según indicaron, esta acción se “debe coordinar de manera interdisciplinaria, como parte de un programa que permita medir los objetivos a corto, mediano y a largo plazo realizando el traje a medida de cada paciente”.
“La prevención secundaria incluye tratamiento antiplaquetario, estatinas a altas dosis (no solo por su acción sobre el colesterol, sino por otros beneficios demostrados) y medicamentos antihipertensivos (en pacientes previamente hipertensos o que estuvieron hipertensos durante la internación). La mayoría de los pacientes queda bajo este tratamiento, mientras que aquellos con episodios de menor severidad se atienden con una batería diferente de medicamentos”, subrayó Romeo.
La importancia de advertir los factores de riesgo
Según la OMS, “las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de defunción en el mundo y, según estimaciones, se cobran 17,9 millones de vidas cada año”, entre las cuales se incluyen cardiopatías coronarias, enfermedades cerebrovasculares y cardiopatías reumáticas.
“Más de cuatro de cada cinco defunciones por enfermedades cardiovasculares se deben a cardiopatías coronarias y accidentes cerebrovasculares, y una tercera parte de esas defunciones ocurren prematuramente en personas menores de 70 años”, resaltaron desde el ente sanitario internacional. Al tiempo que advirtieron que “los factores de riesgo conductuales más importantes de las enfermedades cardiacas y los accidentes cerebrovasculares son la dieta malsana, la inactividad física, el consumo de tabaco y el consumo nocivo de alcohol”.
Según Zimerman, existen variaciones dependiendo el género, entre otros factores: “En primera instancia, se observa una diferencia en las edades de los pacientes: luego de la menopausia, el riesgo de ACV aumenta. Además, en mujeres suele presentarse en forma más severa. Lamentablemente, también en ocasiones los profesionales menosprecian la sintomatología en ellas, por lo que es un punto en el que se está trabajando y, afortunadamente, cada vez hay mayor conciencia al respecto”.
“Con frecuencia, las mujeres suelen manifestar síntomas inespecíficos como dolor en el pecho, dificultad para respirar, alteraciones en la atención o memoria, así como síntomas generales como fatiga, náuseas y/o vómitos. Al presentar estos síntomas no tradicionales, pueden no identificar o subestimar la gravedad del cuadro, lo que resulta en un retraso en la búsqueda de atención médica”, indicó Romeo.
Es por eso que los expertos señalaron que, para prevenir un ACV, es importante llevar una alimentación y peso saludables, realizar actividad física, evitar el tabaquismo, limitar el consumo de alcohol, controlar la presión arterial, el colesterol y la diabetes y enfermedades cardiovasculares -si es que las padece- y, por supuesto, mantener los controles periódicos con el médico de cabecera.
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