El cáncer de mama es una de las neoplasias más frecuentemente diagnosticadas en todo el mundo.
Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en España se esperan 35.001 nuevos diagnósticos para 2023. La tasa de supervivencia global se estima en aproximadamente el 86 %. Este aumento de la supervivencia en las últimas décadas también se asocia a un incremento significativo del número de mujeres que deben enfrentarse diariamente a los numerosos efectos adversos derivados del complejo proceso oncológico que deben superar.
El deterioro cognitivo relacionado con el cáncer, debido al impacto multifactorial del diagnóstico, los tratamientos y la vulnerabilidad individual, es una de las principales preocupaciones a largo plazo de las supervivientes de cáncer de mama tras superar la enfermedad. Los déficits de memoria, la velocidad de procesamiento, la atención y, específicamente, la alteración de las funciones ejecutivas se encuentran entre los síntomas más comunes notificados por las pacientes, que podrían durar meses, incluso años, tras la finalización del tratamiento.
El efecto beneficioso de la actividad física sobre el funcionamiento cognitivo ha sido ampliamente estudiado. Sin embargo, la prescripción de ejercicio específicamente para la mejora de las funciones cognitivas en las supervivientes de cáncer sigue siendo uno de los retos más importantes entre las pautas de ejercicio en esta población.
Ahora una nueva revisión española ha explorado el efecto del aumento de los niveles de actividad física o el uso de programas basados en el ejercicio sobre el deterioro cognitivo relacionado con el cáncer en mujeres supervivientes de cáncer de mama que han completado el tratamiento de quimioterapia neo/adyuvante y están esperando o recibiendo terapia hormonal.
A partir de una búsqueda en las bases de datos Pubmed, Embase, Scopus, WOS y Cochrane, de artículos publicados entre enero del 2000 y diciembre del 2021, se identificaron 1.129 artículos, de los que finalmente 20 cumplieron los criterios de inclusión.
La mayoría de los estudios observacionales incluidos (90%) informaron de un diseño transversal y el 72 % de las investigaciones experimentales informaron de ensayos controlados aleatorizados o ensayos cruzados aleatorios. Para la evaluación de la función cognitiva se emplearon 15 baterías y pruebas neuropsicológicas y cinco cuestionarios validados autoinformados. El registro de actividad física moderada-vigorosa fue la variable más analizada en los estudios transversales, y los programas basados en entrenamiento aeróbico fueron los más propuestos por los ensayos controlados aleatorizados.
Los efectos que mostraron un impacto estadísticamente significativo sobre la cognición fueron impulsados por programas de ejercicio basados en actividad física, programas de ejercicio basados en ejercicio aeróbico y una combinación de programas de actividad física y ejercicio aeróbico. La velocidad de procesamiento fue el dominio cognitivo con un mayor impacto. También se notificaron efectos significativos sobre la memoria de trabajo. Por último, tres ensayos controlados aleatorizados que solo utilizaron pruebas objetivas que proporcionaban intervenciones basadas en ejercicio aeróbico observaron efectos moderados sobre la memoria de trabajo y la memoria episódica, o mejoras significativas en la velocidad de procesamiento y la memoria de trabajo espacial.
Los autores concluyen señalando que “aunque existen pruebas modestas con respecto al potencial del ejercicio para mejorar la salud cerebral entre las supervivientes de cáncer de mama, cada vez hay evidencia más prometedora”. Y destacan: “La importancia de modificar la práctica con vistas a utilizar el ejercicio dentro del ámbito clínico”.
