Diferencias entre estrés y ansiedad

Diferencias entre estrés y ansiedad
Redacción/ El Tiempo de Monclova

Pese a que usemos ambas palabras para referirnos a este característico estado, la realidad es que padecer estrés no es lo mismo que tener ansiedad

En las épocas en las que las personas tienen elevadas dosis de trabajo, situaciones emocionales complejas, una agenda demasiado apretada o todo ello de manera simultánea, tienden a identificar el efecto que causa en ellas como estrés o ansiedad. Esa sensación que a menudo causa incomodidad y que nos hace ir más acelerados por la vida.

Lo cierto es que esta apreciación coloquial no va desencaminada. El estrés es una respuesta muy humana y natural en las personas que se caracteriza por poner el cuerpo (y el cerebro) en modo de huida. Es una reacción que está diseñada para aparecer cuando se siente una amenaza y que invita al cuerpo a liberar las hormonas del estrés.

Cuando esto ocurre, el corazón late a mayor velocidad y la sangre se reparte por todo el cuerpo en mayor abundancia, tanto por las extremidades como en los órganos vitales. Lo que está claro es que se trata de una afección real con síntomas físicos.

Sin embargo, hay diferencias entre ansiedad y estrés. Pese a que usemos ambas palabras para referirnos a este característico estado, la realidad es que padecer estrés no es lo mismo que tener ansiedad y es interesante aprender a separar ambos diagnósticos.

 

  • El estrés es una respuesta fisiológica:

El estrés es esa respuesta fisiológica que surge cuando el cerebro interpreta que existe un peligro. En su naturaleza, está ideada para salvarnos de determinados problemas que ponen en riesgo nuestra vida, como el ataque de un animal.

Sin embargo, en la actualidad podemos activar esta alarma a raíz de otros condicionantes que no suponen un riesgo tan inminente para nuestra vida. El organismo se pone en marcha con una estructura lista para la defensa cuando esto ocurre y el cuerpo empieza a actuar de otra manera. Por lo tanto, el estrés va mucho más allá de la percepción meramente emocional.

Una vez que el organismo se ha preparado para esta actividad defensiva intensa, para un esfuerzo físico de primer nivel, tocará el momento del descenso. Llega la calma, recuperando los niveles normales en vista de que el peligro ha pasado.

 

  • La ansiedad va un paso más allá:

La ansiedad viene derivada, por su parte, de una activación continuada de la rama simpática del sistema nervioso autónomo (SNA). En este punto el cerebro lee que debe mantener su rendimiento para la fuga o la defensa, pero que debe hacerlo por un tiempo prolongado e indeterminado. De nuevo, estamos hablando de una circunstancia completamente física.

Este estado puede ser útil en determinadas circunstancias, cuando tenemos que elevar el rendimiento por una cuestión laboral o personal durante un periodo de tiempo, aunque crea una gran incomodidad. Sin embargo, si esto se convierte en algo patológico que no desaparece, las consecuencias pueden ser importantes.

A la larga, pueden aparecer síntomas que nos indican la existencia de la ansiedad, y no del estrés, que pueden ser cefaleas, mareos, dificultad para concentrarse, trastornos del sueño… En el punto en el que esto trastoca la vida y se vuelve un estado permanente, es importante recibir ayuda profesional.

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