COVID-19 persistente conlleva tasas alarmantes de depresión y ansiedad

En el estudio, publicado en The Lancet, se realizó un seguimiento de 236.379 pacientes con COVID-19 persistente. Los investigadores descubrieron que 62% habían recibido un diagnóstico neurológico o psicológico 6 meses después de haber presentado enfermedad aguda por SARS-CoV-2.

La angustia mental asociada a la COVID-19 persistente es un fenómeno complejo que tiene componentes biológicos, psicológicos y sociales, afirmó la Dra. Anna Dickerman, psiquiatra del New York-Presbyterian Hospital/Weill Cornell Medicine y profesora asociada de psiquiatría clínica en el Weill Cornell Medical College.

Esto significa que los procesos biológicos fundamentales causados por la COVID-19 persistente afectan la química del cerebro y dan lugar a cambios psicológicos, lo que expone al paciente a un mayor riesgo de depresión y ansiedad, explicó. A su vez, los cambios en la salud mental pueden influir en el riesgo de una persona de experimentar efectos sociales como la pérdida del empleo, la discapacidad y el aislamiento, que pueden afectar su autoestima y valoración personal, agravando la ansiedad y la depresión.

En los pacientes con COVID-19 persistente, todos estos factores se unen para causar lo que la Dra. Dickerman ha denominado "una tormenta perfecta" que a menudo da lugar a depresión, ansiedad y, en algunos casos, pensamientos suicidas.

La Dra. Dickerman y sus colegas del New York-Presbyterian Hospital están investigando para comprender los efectos de la COVID-19 persistente sobre la salud mental, a fin de que los pacientes puedan recuperarse mejor de los efectos tanto físicos como mentales de esta afección crónica.

En una entrevista, la Dra. Dickerman explicó las implicaciones para la salud mental de las personas con COVID persistente y para los médicos que las tratan. A continuación, compartimos extractos de la entrevista.

Medscape: ¿Cómo la COVID-19 persistente provoca cambios en el cerebro que dan lugar a la depresión?

Dra. Anna Dickerman: La COVID-19 persistente provoca una inflamación en el cerebro que puede causar la liberación de citocinas (proteínas que segregan ciertas células del sistema inmunitario) que causan... fatiga, baja energía y motivación, síntomas que también se asocian a la depresión y la ansiedad.

Es más, si un paciente tuvo un caso grave de COVID-19 que obligó a ventilación mecánica, eso también puede provocar cambios en el cerebro. Esto significa que podrían haber tenido problemas con su estado de oxigenación, y la privación de oxígeno puede tener efectos agudos y a largo plazo en el cerebro. Las personas pueden llegar a delirar, lo que significa que tienen alteraciones en su función cognitiva, como la atención y la conciencia (déficits).

Los pacientes también pueden haber recibido esteroides para el tratamiento, que se ha demostrado que afectan al estado de ánimo y causan depresión y ansiedad. Es difícil de discernir porque los problemas de atención y memoria también pueden asociarse a la depresión. Separar lo que es de la depresión y lo que es de la COVID-19 persistente es complicado, pero sí sabemos que hay algo único en la COVID-19 persistente que causa deficiencias y cambios cognitivos.

¿Cómo afectan otros factores asociados a la COVID-19 persistente, como el insomnio, el dolor y la fatiga, a la aparición de la depresión y la ansiedad?

El insomnio en sí mismo puede ser un síntoma de depresión. También puede ser un síntoma físico de COVID-19 persistente similar al dolor o la dificultad para respirar. Y si una persona no duerme bien, se sentirá peor tanto física como mentalmente.

También sabemos que el dolor puede afectar el estado de ánimo y este puede afectar al dolor: es una relación biodireccional. Por ejemplo, si tiene dolor, se sentirá mal, y si está deprimido, eso también puede empeorar su experiencia de dolor. Además, si tiene dolor, eso provoca una limitación física que puede impedirle trabajar o ver a sus amigos y familiares. Todo ello puede repercutir en su vida social. Las limitaciones en el trabajo también pueden causar estrés económico, lo que se ha demostrado que repercute en la salud mental.

Básicamente, es un efecto de bola de nieve que puede deprimirle más, y cuanto más deprimido esté, menos podrá participar en las actividades que le aportan felicidad.

¿Son más elevadas las tasas de suicidio en las personas con COVID-19 persistente?

Múltiples estudios han demostrado un aumento de las tasas de ideación suicida en pacientes con COVID-19 persistente, y es probable que esté correlacionado con el grado de carga de síntomas físicos, especialmente el dolor. Esto es coherente con lo que la investigación nos muestra de otras enfermedades crónicas. En lo que respecta a cuantificar específicamente las tasas de suicidios consumados en la población con COVID-19 persistente, simplemente necesitamos más datos epidemiológicos. Por ahora, yo diría que es importante que los médicos y la población en general sepan que estos pacientes pueden tener un mayor riesgo de suicidio y que se hagan la detección correspondiente.

¿Quién corre más riesgo de sufrir angustia mental asociada a COVID-19 persistente?

Ciertamente, cualquier persona que tuviera un antecedente psiquiátrico antes de desarrollar COVID-19 persistente estaría en mayor riesgo. También parece haber efectos desproporcionados para quienes tienen factores de estrés relacionados con otros determinantes sociales de la salud, como la discriminación, la pobreza y el acceso a la atención médica. Como resultado, los grupos minoritarios negros e hispanoamericanos tendrían un riesgo desproporcionado de sufrir malos resultados relacionados con la COVID-19 persistente.

¿Cuáles son los tratamientos más eficaces para las personas con problemas de salud mental asociados a la COVID-19 persistente?

Se están realizando investigaciones, y en los próximos años es probable que veamos nuevas intervenciones. Pero por ahora, lo que tenemos en nuestro arsenal terapéutico son los mismos tratamientos basados en evidencia para la ansiedad y la depresión con que contamos para los pacientes que no tienen COVID-19 persistente.

Por ejemplo, si un paciente cumple los criterios clínicos de un episodio depresivo mayor o un trastorno de ansiedad y tiene COVID-19 persistente, el tratamiento implicaría medidas como antidepresivos y psicoterapia cognitivo-conductual. Los expertos también pueden recomendar un aumento gradual de la actividad física en algunos pacientes con depresión asociada a COVID-19 persistente.

Como resultado del número de personas que contrajeron COVID-19, ¿existe ahora una epidemia de problemas de salud mental asociados a esta enfermedad?

En general, estamos en medio de una epidemia de salud mental como resultado de la pandemia y de todos los efectos que ha tenido en la sociedad, tanto si la gente tenía COVID-19 como si no. Definitivamente estamos viendo tasas más altas de depresión y ansiedad que antes de la pandemia. Es un grupo de pacientes que necesita atención. También necesitamos más investigación en los próximos años para poder encontrar tratamientos mejor dirigidos a esta población de pacientes.

Pero por ahora, sabemos que es importante trabajar en un modelo interdisciplinar en el que psiquiatras trabajen en estrecha colaboración con neumólogos, médicos de atención primaria y cardiólogos para abordar de forma integral tanto los problemas físicos como los mentales y no tratarlos de forma aislada, porque sabemos que existe una relación.