La musa del cine nacional habla de sus experiencias, amores, y cómo el desapego la guió a través de los momentos más difíciles de su vida
Elsa Aguirre es alguien inigualable, pero podría decirse que existen muchas lecturas de su esencia.
La más obvia es que fue la musa que encantó a multitudes con su belleza y talento actoral, pero también destaca la mujer resiliente, la que renació de las adversidades más complejas.
Y hay otra versión más, la que ahora, a sus 93 años, no tiene reparo en mostrar: la que aprendió en silencio, la que suspiraba por Pedro Infante y Jorge Negrete, la que se reinventó tras dejarlo todo por un periodista, la que soportó la crítica por haberse divorciado, la que encontró paz con disciplina y amor propio.
De todo ello hablará pronto en un libro autobiográfico que se titulará De mis labios a tus ojos. Pero ha querido compartir un poco, durante una larga pausa que hizo en medio de los festejos por el 80 aniversario de La Casa del Actor.
¿Qué añora de la Época de Oro del cine mexicano?
No añoro, fue mi tiempo, pero el tiempo pasa y de ahí la importancia de vivir el aquí y el ahora. Aquel tiempo fue hermoso, desde los 15 años que entré al cine a descubrir la vida a través de las películas y luego vinieron los galanes.
¿Usted fue noviera?
No, pero era muy enamoradiza. A los 29 años, que ya había trabajado con Pedro Infante, fue un impacto para mí trabajar con él, pero no podía demostrar el gusto y atracción que sentía porque no estaba bien, era un hombre casado, aunque en las películas me daba la oportunidad de desenvolverme y nada más estaba esperando las escenas de beso. (Risas)
Además, usted fue pareja de Jorge Negrete...
Desde que estaba chica veía a Jorge Negrete. Ya me gustaba como el charro, ¿quién iba a pensar que iba a trabajar con él? A los 15 años que entré al cine, él ya estaba trabajando con María Félix, pero desde chica me gustaba verlo.
Después, trabajé con él y resulta que se quería casar conmigo. Yo estaba feliz, mi papá no mucho porque decía que era muy grande para mí, yo tenía 19 años y él ya como 40 años. Pero imagínese ver a Jorge, aquel hombre que admiraba, dándome serenatas, vestido de charro, dándome besos y siendo mi novio. No pues, yo muy enamorada de plano.
¿Y cómo besaba?
(Risas) Imagínense, yo con 19 años: perdida, enamorada. Pues ya nada más con eso le digo...
¿Llegó a entablar una amistad con María Félix?
No tuve tiempo, siempre se habló de comparaciones, de que yo quería ser como ella. Pero yo no tenía tiempo de querer ser como alguien, ni nada.
Yo era como era: una muchacha introvertida, tímida. Yo me hubiera quedado en mi casa, pero todo me empujó a llevarme al cine, eso fue destino mío porque yo no quería en realidad.
Usted dejó todo en un gran momento de su carrera...
Sí, le dije a mi mamá y papá: “la que está ahí (en las pantallas) no soy yo. Yo quiero ser yo, quiero vivir la vida porque eso es mentira: todos los amores, las atracciones, todo es mentira, yo quiero vivir como soy”, entonces me retiré del cine.
¿Y luego qué pasó?
Me despedí de todos los publicistas. En los periódicos salió: “Elsa se retira, se fue para encontrar a un hombre”. La verdad no fue esa, sino que en una ocasión en que llevé a mi hermana Alma Rosa al trabajo, me encontré con un hombre que me veía pasar todos los días, después me abordó: era periodista; le dije: “no, ya no quiero saber nada, ya me retiré. Quiero ser una muchacha como todas las muchachas, quiero vivir otra vida”.
Tenía 29 años y así conocí al padre de mi hijo, yo le creía todo a ese hombre, era todo para mí, no sabía quién era, pero me gustó.
¿Y cómo le fue?
De la patada, hasta la palabra suena fea ¿no? Fue una experiencia que no puedo ni creerla, pero que al final la comprendo, porque él después de que me retiré y que me casé por la iglesia y civil, me di cuenta que era muy nervioso: quería salir a Toluca a las 4:00 de la mañana, yo comencé a sentirme rara, y le gustaba tomar. Me separé y regresé a trabajar por mi hijo.
En aquel entonces estar divorciada era de lo peor, te veían como si fueras de la calle. Eran los años 40, mi papá me dijo: “si no quieres trabajar, no trabajes, pero acuérdate que Dios te dio una carrera y eres excelente y tienes un hijo. Tú no sabes hacer nada, hija”.
¿Qué concepto tiene del amor y del autocuidado?
Ahora comprendo que el amor no es nada más un hombre, o la familia y los hijos: es todo. La vida empieza por uno. Cuídate, ámate tú y al amarte debes cuidar tu cuerpo, pero no para que lo tengas bonito, sino para que tengas el hábito de tener una alimentación sana, respeto a la vida, a los animales y así no comer carnes.
¿Cómo fue que decidió mejorar su estilo de vida?
Fue cuando conocí a un hombre que le decían el gran gurú, el doctor José Manuel Estrada.
Cambió mi vida porque antes fumaba, comía carne e intoxicaba mi cuerpo, tomaba mis copitas, aunque no fui muy tomadora, pero eso no estaba bien, yo no me sentía bien teniendo un hijo, así que seguí la disciplina del yoga. El maestro dijo: “si la humanidad no intoxicara su cuerpo, otra humanidad sería”. Yo dije: “lo voy a seguir, seguiré ese camino de disciplina” y llevo casi 70 años de estar en esto, éste es mi secreto de la longevidad.
¿Cómo cuida su salud?
Mi salud la cuido no comiendo carnes, no tomando, ahora no comer tantos panes, ni tantos alimentos que no ayudan para nada, tengo una alimentación vegetariana: frutas, vegetales, semillas; nunca cigarrillos.
Quiero morirme más sana, todavía mejor. He cambiado mi alimentación; no tomo lácteos.
¿Cómo encuentra la felicidad?
En la vida tenemos tantas cosas que debemos quitarnos para estar más contentos, porque todos buscamos una felicidad interna.
Debemos quitarnos el ego, el orgullo, las banalidades, las envidias, vaya saber cuánta cosa uno tiene que quitarse porque hay muchos apegos y dependencias; como: “yo no puedo vivir sin esto, sin el cigarrito, el apego a los hijos”. Todos estos apegos extremos te apartan de la libertad, y un amor sin libertad no es amor, es un libertinaje.
¿Usted se consideró vanidosa en algún momento?
La mujer en sí es un poco vanidosa, yo creo que sí, pero hay que revisar eso, nada más hay que quitarnos el ego y las personalidades.
¿Qué piensa de la muerte?
No hay muerte, hay continuidad en la vida, no hay miedo, hay que vivir el aquí y hacer todo lo mejor posible porque de tu vida no te llevas nada. Si dejo algo será para los centros de cultura, para que la gente aprenda a comer, a no intoxicar su cuerpo y llevar una disciplina buena en todos los aspectos.
¿Cómo quiere ser recordada?
Como el público me recuerde, yo únicamente sé que tenemos que saber bien quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos y saber cuál es nuestra misión sobre la tierra. No pido más.
¿Usted ha vivido la pérdida, cómo salir adelante ante momentos difíciles?
Poco a poco con disciplina se acostumbra a no estar recordando ya tanta tristeza. Debe uno agradecer, fíjese: hay que ser positivo. Hay que recordar lo bonito de la vida, aunque te des cuenta de las tristezas, errores y muertes. Las cosas se acaban pero renacen después: la vida es continua y no acaba.