Tres sismos sacuden el Oeste de Texas, el mayor de magnitud 5.3

Tres sismos, el mayor de 5.3 grados, sacudieron el Oeste de Texas y Nuevo México la noche del sábado. Expertos vinculan la actividad sísmica al fracking en Permian Basin.
Tres temblores remecieron la región fronteriza de Texas y Nuevo México en menos de 20 minutos la noche del sábado 3 de mayo, según el Servicio Geológico de EE.UU. (USGS). El más fuerte, de magnitud 5.3 con epicentro cerca de Whites City, generó alerta entre habitantes de El Paso, donde testigos reportaron vibraciones en supermercados y viviendas. Expertos de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP) señalan que la extracción de hidrocarburos mediante fracking en Permian Basin podría estar detrás del aumento sísmico.
Detalles de los sismos y reacción ciudadana
El primer movimiento, de magnitud 3.5, ocurrió a las 7:40 pm cerca de Mentone, Texas. Minutos después, el sismo más intenso (5.3) se registró a 57 km al sur de Whites City, Nuevo México, con una profundidad de 6.3 km. A las 7:58 pm, un tercer temblor de 2.9 grados sacudió la misma zona.
En redes sociales, residentes de El Paso describieron el susto: "El temblor me tocó en el Walmart de La Mesa", compartió un usuario. Otros relataron ventanas vibrantes y objetos moviéndose en hogares.
¿Fracking como causa? Advertencias de geólogos
El Permian Basin, la mayor zona productora de petróleo y gas de EE.UU., abarca parte de Texas y Nuevo México. Geólogos de UTEP explican que la inyección de aguas residuales del fracking —técnica para extraer hidrocarburos de esquisto— puede lubricar fallas geológicas y desencadenar sismos.
Este no es un caso aislado: el 14 de febrero, un sismo de 4.9 grados cerca de Toyah, Texas, ya había encendido alarmas. "La correlación entre el aumento de fracking y la sismicidad es clara", afirmó un investigador de UTEP bajo anonimato.
Riesgos y respuesta oficial
Aunque no se reportaron daños graves, el USGS monitorea la zona, donde la actividad sísmica se ha quintuplicado en la última década. Autoridades texanas insisten en que los estándares de extracción son seguros, pero organizaciones ambientales exigen mayor regulación.
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