Rosas y fe dan nuevo sentido a la fiesta guadalupana

La parroquia Santuario de Guadalupe en Monclova vivió una celebración distinta este 12 de diciembre, donde el protagonismo de las rosas rojas se convirtió en un gesto renovado de fe y cercanía con la Virgen Morena. La comunidad guadalupana participó en una dinámica especial que buscó recordar el sentido original de este símbolo dentro de la tradición mexicana.

Gabriela Rodríguez Almada, coordinadora del Equipo Pastoral de Animación Parroquial (EPAP), explicó que cada año se venden rosas para la celebración, pero en esta ocasión se quiso profundizar en su significado espiritual. Para ello, el párroco introdujo la lectura de un fragmento del Nican Mopohua, relato histórico que narra las apariciones de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego.

Significado

En este texto se describe el milagro de las flores surgidas en el cerro del Tepeyac y que, al ser desdoblada la tilma de Juan Diego, revelaron la imagen de la Virgen. “Se explicó la esencia del significado de las rosas que se desplazaron en la tilma de San Juan Diego”, señaló Rodríguez Almada, subrayando que esta lectura permitió a los fieles comprender mejor el simbolismo que acompaña la ofrenda floral. Después de revivir el pasaje guadalupano, el sacerdote invitó a los asistentes a levantar sus rosas para recibir una bendición especial. Cada flor incluía una intención escrita por los feligreses, quienes marcaron en pétalos y hojas sus agradecimientos, súplicas o promesas. Según Rodríguez Almada, este gesto buscó que “nuestro corazón, marcado en lo que escribimos en cada rosa, tenga un toque especial de nuestra Madre, la mayor intercesora”. La bendición, afirmó, simboliza el acompañamiento maternal de la Virgen en las luchas, esperanzas y necesidades cotidianas de la comunidad.

Gratitud, petición y ofrenda bajo el cobijo de María

Las rosas, explicó, representan mucho más que un regalo ornamental. Son un acto de entrega personal: “Tanto para dar gracias, para hacer peticiones o para hacer ofrecimientos de lo que nos pasa en la vida, ella siempre va a estar presente cobijándonos”. La dinámica permitió que cada fiel viviera un momento íntimo de oración, integrando tradición y devoción.

Una vida entregada al servicio pastoral

Gabriela Rodríguez Almada compartió que es creyente “desde el día uno” de su vida. Su servicio pastoral inició a los 13 años como catequista y, desde hace siete años, junto con su esposo Mar Gutiérrez, coordina el EPAP. Con convicción y entrega, ambos buscan fortalecer la espiritualidad de la comunidad y mantener viva la identidad guadalupana que distingue a la parroquia.

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