Vuelven a oficiar juntos Hilario y Raúl Vera, luego de 4 años

Vera López esbozó una amplia sonrisa, asintiendo con la cabeza mientras seguía escuchando los comentarios

Con motivo de la ordenación de cinco diáconos transitorios, los obispos Hilario González García y Raúl Vera López volvieron a oficiar juntos en la Catedral de Santiago, en Saltillo,

Con ello, parecería que llegan a su fin cuatro años de restricciones pastorales impuestas a Vera López, según han señalado feligreses, clérigos, un programa televisivo y el propio prelado en retiro, quien confirmó dichas limitaciones en una reciente entrevista con MÁS.

Durante la concelebración, González García se mostró cortés y respetuoso con el obispo emérito, a quien, entre sonrisas, le brindó públicamente su simpatía: “Gracias por la presencia fraterna –expresó– y discreta de monseñor Raúl”.

Al referirse a los nuevos servidores de la Palabra, añadió: “Usted los recibió, ¿se acuerda? ¿O más o menos?”.

“Estaban flaquitos y enteleridos”, dijo, en referencia a los jóvenes, “eran güercos, y ahora ya son señores, pero usted los recibió hace 8 o 10 años”, indico González García.

Ante el comentario, Vera López esbozó una amplia sonrisa, asintiendo con la cabeza mientras seguía escuchando los comentarios: “Nos sentimos contentos por ellos, que llegan y que hoy se les ordena”.

Después de haber sido apartado de la Catedral, Raúl Vera López pudo nuevamente encabezar, junto con el obispo en funciones, la eucaristía, que es la parte medular de la misa.

En su extensa homilía, el obispo Hilario González García exhortó a “superar esas visiones mundanas del orden sacerdotal, este famoso clericalismo y esas posturas que a veces podemos arrastrar, con culpa o sin culpa”.

“Ahí están, como una herida, como algo que nos cuestiona, pero no podemos quedarnos ahí: la oración nos ayudará a superar esta visión mundana de nosotros mismos, del ministerio que realizamos y del orden sacerdotal en sí mismo”, dijo.

También expresó que vivir el misterio de la fe nos pide congruencia de vida como consagrados: Que nuestras palabras, nuestras obras, nuestras actitudes, nuestra manera de relacionarnos, tanto en la realidad como en la virtualidad, sean conformes al Evangelio y a nuestra tradición”.