Vladimir Putin, el zar de la guerra que se afianza en el Kremlin
Redacción / El Tiempo de MonclovaEl mandatario ruso ya ejerció dos mandatos de cuatro años y dos de seis; gracias a una modificación a su Constitución podrá ser reelecto dos periodos más
La invasión en Ucrania, la represión en su país y la confrontación con Occidente son el marco en el cual Vladimir Putin, como caudillo guerrero autoritario y en el poder hace un cuarto de siglo, fue reelecto el domingo por otros seis años en el Kremlin.
Los resultados preliminares daban una holgada victoria, con más del 87% de votos a Putin, que en 2020 había logrado modificar la Constitución para poder ser reelecto durante dos mandatos consecutivos y permanecer eventualmente en el poder hasta 2036.
Putin, de 71 años, ya ejerció dos mandatos de cuatro años y dos de seis, con un periodo intermedio como primer ministro en el cual siguió siendo el hombre fuerte del país.
Surgido del KGB soviético, implantó desde su llegada al Kremlin el 31 de diciembre de 1999 una estructura vertical de poder que a lo largo de los años se caracterizó por un constante endurecimiento y por la tentativa de restaurar una influencia geopolítica perdida con el colapso de la URSS en 1991.
El endurecimiento lo llevó a imponerse a los oligarcas del sistema, a desatar la segunda guerra de Chechenia y a asfixiar las libertades públicas, la prensa y la oposición.
Su opositor más célebre, Alexei Navalny, murió en febrero en circunstancias poco claras en una cárcel del Ártico donde purgaba una larga condena por "extremismo". Acusado por la viuda, Yulia Navalnaya, y parte de la comunidad internacional, de ser el responsable de esta muerte, Putin dijo que se trató de un "suceso triste", y que él había aprobado canjear a Navalny por un checheno pero "lamentablemente pasó lo que pasó".
Navalny no es el único opositor ruso muerto en circunstancias sospechosas. De hecho, los fallecimientos misteriosos, la cárcel o el exilio han sido el destino de los principales opositores rusos. El ex viceprimer ministro Boris Nemtsov se convirtió en uno de los principales detractores de Putin en la década de 2000. Menos de un año después de oponerse a la anexión de Crimea, Nemtsov fue asesinado en febrero de 2015 con cuatro balas en la espalda en un puente a pocos metros del Kremlin. Tenía 55 años.
Otros opositores están encarcelados, como Oleg Orlov, figura de la defensa de los derechos humanos y de la emblemática ONG Memorial, condenado a fines de febrero a dos años y medio de cárcel por condenar la ofensiva rusa en Ucrania.
Vladimir Kara Murza, de 42 años, un veterano opositor, afirma haber sobrevivido a dos envenenamientos. En abril de 2023 fue condenado a 25 años de cárcel en un juicio a puerta cerrada, por difundir "información falsa" sobre el ejército ruso.
De Georgia a Crimea
La búsqueda de poder geopolítico tuvo sus hitos en la guerra en Georgia (2008), la anexión de la Crimea ucraniana (2014), la intervención militar en Siria (2015) y la invasión de Ucrania (2022).
La Unión Europa, y en especial la Alemania de Angela Merkel, creyó poder canalizar sus ambiciones y apostó por una interdependencia económica con compras masivas de gas ruso. Pero la apuesta salió errada.
Actualmente, Putin parece indestructible.
Aunque su ejército sufrió derrotas humillantes en Ucrania desde el inicio de la invasión en febrero de 2022, el mandatario buscó una victoria por desgaste, gracias al agotamiento de los aliados occidentales y de la población ucraniana.
A fines de febrero, aseguró que sus tropas "no retrocederán, no fracasarán, no traicionarán". Unas semanas antes había aseverado que "lo que ocurre" en Ucrania es una "cuestión de vida o muerte" para Rusia.
Al inicio de la ofensiva, acusó a Ucrania de nazismo, reivindicó sus territorios y dijo que Estados Unidos había orquestado el conflicto.
Desde entonces, cualquier oposición a la invasión se castiga con la cárcel. Miles de rusos han sido acosados, procesados, encarcelados o forzados al exilio.
Poco importan las sanciones occidentales o la orden de arresto que emitió en su contra la Corte Penal Internacional por la deportación de niños ucranianos. El presidente ruso se ha dado por misión poner fin a lo que califica como hegemonía occidental y en octubre, anunció que tenía la "tarea de construir un mundo nuevo".
En su discurso triunfal de este domingo, Putin advirtió que Rusia no se dejará "intimidar" ni "aplastar" y que los resultados muestran la "confianza" de los rusos en el poder.
"Jamás nadie ha logrado hacer algo así en la historia. Eso no ha funcionado hoy y no funcionará en el futuro. Nunca", aseguró Putin en discurso televisado en el que aseguró que sus tropas llevan la ventaja en el frente de Ucrania, y prometió de nuevo que los objetivos de Rusia serán "alcanzados".
Cercanía con China
Putin hace alarde de su cercanía con China, de la sed de hidrocarburos de Asia y de la aproximación con países africanos que recurren a Moscú y a sus grupos paramilitares para librarse del "neocolonialismo" occidental.
El líder ruso tiene otra obsesión: presentar a Rusia como exponente de los valores "tradicionales" frente a lo que considera la "decadencia" moral de Occidente y su tolerancia con la población LGTB.
Con el fracaso de la contraofensiva ucraniana en el verano de 2023, Putin se siente más a sus anchas ante las potencias occidentales divididas sobre el mantenimiento de la ayuda a Ucrania, una exrepública soviética.
La economía rusa en general absorbió el impacto de las sanciones occidentales, pese a la inflación y a la dependencia de la producción militar.
Pero por poderoso que sea, el presidente enfrenta grandes desafíos.
Una victoria en el conflicto de Ucrania parece lejana y la capacidad de la población, de las élites y de la economía rusas para resistir a largo plazo siguen siendo una incógnita.
El motín en junio de 2023 de los mercenarios de Wagner, dirigidos por su exaliado Yevgueni Prigozhin, mostró los peligros que lo acechan.
La muerte de la cúpula rebelde en un avión que se estrelló en vuelo, presentada como un accidente, permitió al Kremlin cerrar ese capítulo.
Pero el deceso de Navalny logró crear un nuevo sentimiento de unidad en la oposición. Después de que decenas de miles de personas acudieran a su funeral, la disidencia convocó a sus partidarios a la acción pacífica "Mediodía contra Putin" para expresar su repulsa contra el Kremlin y la guerra.
"Hacía mucho que no votaba. Hoy voté contra Putin, estropeé la papeleta. No cambia nada, pero expresé mi opinión y vi a gente que piensa igual que yo", comentó a EFE Yulia a las puertas de un colegio moscovita. Frente a este movimiento disidente, el mandatario ruso ha respondido con Tolerancia Cero.
Divididos
No obstante, para otra parte de la población, Putin sigue siendo quien ha devuelto el honor a una Rusia azotada por la miseria, la corrupción y el declive alcohólico de su predecesor Boris Yeltsin.
Cuando llegó al Kremlin, con 47 años, Putin prometió mantener buenas relaciones con los países occidentales y desarrolló la economía, aprovechando los precios favorables de los hidrocarburos.
El entonces presidente estadounidense George W. Bush lo calificó de "alguien notable" y el alemán Gerhard Schröder y el italiano Silvio Berlusconi eran sus amigos, pese a su política represiva y a las atrocidades denunciadas en Chechenia.
Pero las bases del divorcio con Occidente ya estaban presentes y Putin las expuso en 2007 en un virulento discurso en Múnich en el cual acusó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de amenazar a Rusia y reprochó a Estados Unidos ser el "único soberano" del mundo.
Argumentos similares a los que sacó a relucir para justificar la invasión de Ucrania.
La vida privada de Putin está rodeada del máximo secreto, aunque una de sus dos hijas se mostró públicamente en algunas ocasiones en los últimos años.
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