Es vital que se encuentre un equilibrio entre la asistencia humanitaria y el respeto a las normativas locales, para que tanto migrantes como mexicanos puedan convivir.
La creciente presencia de migrantes en Monclova, provenientes de diversos países, ha generado un debate en la comunidad sobre la equidad en el trato que reciben en comparación con los ciudadanos mexicanos.
Historias de enfrentamientos verbales y percepciones de un trato preferencial para los migrantes han empezado a alimentar un sentimiento de inconformidad entre los monclovenses, quienes consideran que las autoridades y organismos de derechos humanos han sido demasiado flexibles en su manejo de la situación.
Caso en Cruz Roja. El relato de una enfermera del hospital de la Cruz Roja en Monclova se ha convertido en un símbolo de este creciente malestar. Hace unos días, un migrante venezolano acudió al hospital en busca de atención médica. El hospital estaba saturado, con decenas de personas esperando pacientemente su turno. Sin embargo, el migrante, visiblemente irritado, se negó a hacer fila y demandó ser atendido de inmediato.
Según el testimonio de la enfermera, el hombre tomó su teléfono móvil y realizó una llamada que desató una situación tensa en la sala de espera. “Licenciada, no me quieren atender en el hospital, están violando mis derechos”, se le escuchó decir en tono elevado, señalando que hablaba con una licenciada de derechos humanos. Ante el alboroto generado, el personal del hospital optó por permitirle la entrada a la consulta antes que, a las demás personas, muchas de las cuales llevaban horas esperando. Al finalizar la consulta, la situación no mejoró. El migrante se negaba a pagar el costo de la atención, argumentando que, dada su situación económica y su condición de migrante, debería recibir atención gratuita. Tras una discusión, finalmente pagó, pero se retiró del lugar visiblemente molesto. Este incidente dejó una sensación de injusticia entre el personal y los pacientes presentes, quienes sintieron que el migrante había recibido un trato preferencial, algo que difícilmente ocurriría con un ciudadano mexicano en una situación similar.
Vendedores ambulantes. Este sentimiento de desigualdad no se limita al ámbito de la salud. Los vendedores ambulantes mexicanos en Monclova han señalado las dificultades que enfrentan para poder trabajar legalmente en la ciudad. Para poder instalarse en un punto de venta, deben cumplir con una serie de requisitos, incluyendo la solicitud de permisos municipales, el pago de cuotas, y la adhesión a normativas específicas que regulan el comercio en la vía pública.
Néstor Flores, un vendedor ambulante que lleva más de una década trabajando en los cruceros de Monclova, explica el proceso que debe seguir para obtener el permiso de laborar: “Cada año tengo que ir a la Presidencia Municipal a renovar mi permiso. Es un proceso que toma tiempo y dinero, pero lo hago porque es la única manera de trabajar de forma legal en la calle”.
Sin embargo, Flores señala que en los últimos meses ha notado un aumento en el número de migrantes que se instalan en los mismos cruceros sin contar con los permisos correspondientes. “Se colocan dónde quieren, venden lo que quieren, y nadie les dice nada. Nosotros tenemos que cumplir con la ley, pero parece que ellos no”, añade con frustración.
Derechos. La percepción de que los migrantes están recibiendo un trato preferencial ha generado un sentimiento de injusticia entre los ciudadanos de Monclova. Muchos de ellos creen que las autoridades y las organizaciones de derechos humanos han sido demasiado complacientes, permitiendo que los migrantes se salten las normas que los mexicanos están obligados a cumplir.
“No estamos en contra de que se les brinde apoyo o asistencia, pero todos debemos seguir las mismas reglas”, comenta Néstor Flores, reflejando un sentimiento compartido por muchos. Para él, la situación actual es insostenible, ya que crea una disparidad en el trato que reciben los mexicanos en comparación con los migrantes. Tensión en los cruceros. El bulevar Harold R. Pape, uno de los principales puntos de tránsito en la ciudad, se ha convertido en un escenario donde esta tensión es palpable. Migrantes, en su mayoría venezolanos, se instalan en los cruceros para pedir limosna o vender productos sin contar con los permisos necesarios.
La situación se torna conflictiva cuando, al no recibir la respuesta deseada de los automovilistas, algunos migrantes reaccionan con insultos, alegando que se les está tratando mal. “A veces no les doy dinero porque simplemente no traigo cambio, y me empiezan a decir que soy un mal mexicano, que no tengo corazón”, relata Rosa Martínez, una automovilista que frecuentemente circula por el bulevar. “Es frustrante, porque no estamos obligados a darles nada, pero ellos parecen creer que sí”.
El papel de las autoridades. La percepción de que las autoridades son flexibles y blandas con los migrantes ha alimentado el descontento. Mientras que los ciudadanos mexicanos enfrentan las normas y procedimientos establecidos, algunos sienten que los migrantes están aprovechando el sistema, exigiendo derechos que no reclamarían en sus propios países.
Esta percepción se ha visto reforzada por la falta de acción de las autoridades locales, que en muchos casos han optado por no intervenir para evitar conflictos.
La problemática actual requiere una respuesta integral que contemple tanto el respeto por los derechos humanos de los migrantes como la necesidad de mantener un trato justo y equitativo para todos los habitantes de Monclova. Es fundamental que las autoridades municipales refuercen la aplicación de las normativas existentes, asegurando que todos, sin importar su origen, cumplan con las mismas obligaciones.
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