Me lo dijo un pajarito… en la Alameda de Saltillo
Panchito, un canario de un año y medio, fue entrenado con paciencia para sacar las tarjetas del destino.
Penélope Cueto / El Tiempo MonclovaLa tradición de los pajaritos de la suerte existe desde los años 30 y ha sido una forma de ganarse la vida para muchas personas.
Saltillo, Coahuila.- Bajo la sombra de los árboles en la Alameda de Saltillo, entre la plática de los paseantes y el olor a elotes, un pequeño canario amarillo y verde claro, llamado Panchito, cumple con su misión: ofrecer a la gente una probadita del futuro. Este “pajarito de la suerte” saca, con delicadeza, tarjetitas de la suerte a cambio de 10 pesos, en una tradición mexicana que ha perdurado por décadas.
Eduardo, de mirada amable y manos cuidadosas, es el orgulloso entrenador de Panchito.
Originario de la Ciudad de México, Eduardo trajo a Saltillo el arte de los pajaritos de la suerte hace más de 10 años. “Aprendí esto en la Ciudad de México, pero aquí, en la Alameda de Saltillo, he encontrado un espacio ideal para compartir esta tradición,” cuenta mientras observa a Panchito, en espera de su próximo cliente.
El canario, de un año y medio de edad, fue entrenado desde pequeño por Eduardo, quien lo compró en Saltillo y le enseñó con paciencia a sacar las tarjetitas del destino. Al terminar su jornada, Panchito vuelve a casa, donde cambia de su pequeña jaula de trabajo a una más grande y recibe su recompensa: pan y leche, un cambio respecto al alpiste con el que trabaja durante el día.
“Le digo a mi esposa que no se ponga celosa. Paso tanto tiempo con Panchito que en ocasiones me dice lo quiero más que a ella”, bromea mientras acaricia la jaula de su compañero emplumado.
Eduardo y Panchito han recorrido distintos puntos de Saltillo, Arteaga y Ramos Arizpe para llevar pequeñas dosis de fortuna y esperanza a quienes se acercan a la mesa del canario.
“Los policías y las autoridades siempre me han tratado bien,” comenta Eduardo. “Saben que no solo es una forma de ganarme la vida, sino también una manera de preservar algo nuestro, una tradición mexicana que ha existido desde los años 30.”
La gente y sobre todo los niños se acercan con curiosidad, entregan a Eduardo la moneda de diez y esperan ansiosos mientras Panchito, con un ágil movimiento, saca la cartita.
En esos momentos de suspenso, se crea una pequeña conexión entre el pajarito y la persona, como si realmente el futuro pudiera estar en las pequeñas plumas del ave.
Así, Eduardo y Panchito continúan su labor, no solo de leer fortunas, sino de mantener viva una tradición que ofrece un respiro en la cotidianidad, y quizás, un poco de fe en lo que está por venir.
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