Llega Aguirre a inyectar de aquella sangre de Montevideo 1984
31 de octubre de 1984. Estadio Nacional de Montevideo. Un monumento de piedra y sangre charrúa. Amistoso de México ante Uruguay
José Luis Adriano/El Tiempo de MonclovaEn la banca, Bora Milutinovic. Una extensa gira del Tri: Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Trinidad y Tobago. Esa era una gira de preparación genuina, no las vaciladas que hoy le permiten organizar a SUM.
¿Desenlace? 1-1. Amaro Nadal marcó por Uruguay y Carlos Muñoz por México. Partido tenso e intenso. Rudo, áspero, como sólo podía ser ante los charrúas dirigidos por Omar Borrás, que entonces buscaban un boleto para México 1986.
En ese entonces, las entrevistas al final del partido aún se podían hacer en cancha. Ahí estábamos, en el césped sagrado de Uruguay. Estaban también Teodoro Cano (El Heraldo y Televisa), Carlos Trápaga (ESTO) y Octavio Hernández (Canal 58). Aparece Javier Aguirre con la camiseta tinta en sangre, salpicada de tallones escarlatas. Parecía la filipina de un camillero de urgencias. Claro, había sido una versión futbolera del entonces inexistente UFC.
“¿Qué te pasó Javier?”
“Ja, ja, ja. Nada. No es mía (la sangre). Es de aquellos c***s (los uruguayos), esta sangre no es mía. Ja, ja, ja. Son bravos estos hijos de la c***a”, replica Javier Aguirre con una carcajada.
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