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La galería Labor celebra 15 años de apostar por el arte

La galería Labor celebra 15 años de apostar por el arte
AGENCIAS / EL TIEMPO
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En el patio de la galería Labor se exhiben dos triciclos, como en los que se venden esquites o tamales, pero esta vez tienen dos delicadas torres de tabiques, cualquier movimiento brusco sería suficiente para que se vengan abajo.

Se trata de "Protogeometrías 11 y 18", una obra del artista Héctor Zamora y es una buena metáfora sobre lo que implica llevar cualquier negocio: se necesita el esfuerzo de pedalear todos los días con una carga pesada, pero a la vez frágil que un movimiento en falso podría derrumbarlo todo.

Así es como se ha sentido llevar Labor, que este año celebra su 15 aniversario, para Pamela Echeverría, la propietaria. Pese a la trayectoria y prestigio internacional que ha alcanzado este espacio, la galerista no se siente cómoda de decir que es un espacio consolidado, pues asegura que aún hay mucho trabajo por “pedalear” y muchos egos del mercado del arte con los cuales lidiar. El trabajo duro junto con la lucha por el derecho a disfrutar y celebrar la vida en una sociedad capitalista es el espíritu de la exposición de aniversario que se titula Bread and Roses, frase que toman del discurso de la sufragista Rose Schneiderman en 1912 donde hablaba de este equilibrio.

Esta muestra, aunque es una celebración, está conformada por obras que se crearon "en una época de caos, desastre y agitación política". Por ejemplo, se exhibe "Disarm Music Boxes", del artista Pedro Reyes, que consiste en dos cajas musicales hechas con partes de armas, haciendo referencia a la violencia. También está la obra mural "Nothing but the truth", del artista Erick Beltrán, quien aborda el tema de las mentiras y "cuestiona los procesos de edición de los medios impresos", detalla la propietaria. Otra obra mural es el tapiz de Antonio Vega Macotela, titulado "Burning Landscape VI", que tiene los nombres de la lista Lagarde (que contiene los nombres de defraudadores fiscales y que en 2012 la filtró un empleado de HSBC) encriptados y forman la imagen de un gran incendio forestal, mostrando la relación entre los intereses corporativos ocultos y la crisis climática.

Otras piezas que destacan de la muestra son aquellas que han llevado a que la galería transforme su espacio físico. Por ejemplo, con "Cenote", de Pablo Vargas Lugo, se perforó a cuatro metros de profundidad el suelo de la galería para hacer un falso cenote, que se cubre con una tapa de coladera. En el techo, para que ilumine, se hizo un tragaluz de las mismas dimensiones. En el jardín se despejó la tierra para dejar ver la superficie de la escultura que Jorge Satorre enterró en un bloque de concreto en 2017 y que en 2027 finalmente será desenterrada.

La exposición de aniversario fue ideada por los curadores Ricardo Diaque y Javier Amezcua, jóvenes académicos que propusieron que la exhibición de verano se tratara del impacto que ha tenido Labor y que mostrara obras de arte icónicas de los artistas que representa.

"Creo que el trabajo que hacemos aquí busca que sea importante, más que caro o famoso. Esto hace que trascienda generaciones y genere preguntas que hacen que la percepción de la realidad cambie", cuenta Echevarría al reflexionar sobre lo que se exhibe en "Bread and Roses". El ejemplo más claro de la propuesta de trascendencia de la galería, aunque no está en la exposición, fue cuando la artista estadounidense Jill Magid, presentó un anillo con un diamante hecho de las cenizas del arquitecto Luis Barragán. "Eso es algo que pasará a los libros de historia del arte", agrega Echeverría.

Y aunque la línea de la galería, fundada justo después de la crisis financiera de 2008, ha sido representar a artistas que hacen investigaciones a largo plazo sobre temas como el sistema económico, las estructuras sociales, la explotación de recursos naturales,

Echeverría señala que a partir de la pandemia de Covid-19 vislumbra un cambio en Labor.

La galerista explica que durante el confinamiento tuvo la necesidad de tomar distancia de los temas duros y refugiarse en la belleza:

"Necesitaba color, belleza, vida, flores, olores, verduras. Ahí me di cuenta de que amo a Caravaggio y a Botticelli, y me empecé a replantear como quiero seguir haciendo este trabajo tan absorbente y demandante. Fue un momento en el que regresé a mi cuerpo y humanidad y entendí que la belleza es una necesidad humana, no necesariamente es algo frívolo", finalizó Echeverría.

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