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ENCUADRES...UN AÑO

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Ángel F. Chávez Félix
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UN AÑO

El 7 de octubre marcó el primer aniversario de la guerra entre Israel y Hamás, un conflicto cuyo impacto ha sacudido no solo a la región del Medio Oriente, sino a la comunidad internacional. Esta confrontación ha dejado profundas cicatrices en las sociedades israelí y palestina, además de extenderse a otros países y generar tensiones globales. A un año de su inicio, las consecuencias son devastadoras, con miles de muertos, millones de desplazados y un futuro incierto para ambos pueblos. El conflicto se desató tras un ataque sorpresa de Hamás el 7 de octubre de 2023, dirigido contra un festival musical en Israel, que celebraba la paz. Este acto dejó más de 1,600 muertos y casi 300 rehenes. La ofensiva de Hamás fue el punto de inflexión que reavivó la violencia en la región, dando paso a una respuesta militar implacable por parte de Israel bajo el liderazgo de Benjamín Netanyahu. En el transcurso de un año, más de 40,000 personas han muerto en la Franja de Gaza, según cifras del Ministerio de Salud de Hamás, aunque las cifras exactas de civiles y combatientes son difíciles de confirmar. La población de Gaza ha sido la más afectada por la embestida militar israelí. A lo largo del último año, 1.9 millones de palestinos han sido forzados a abandonar sus hogares, creando una crisis de desplazamiento sin precedentes en la región. Los bombardeos han destruido infraestructuras vitales, incluyendo hospitales, escuelas y lugares de interés cultural, lo que ha dejado a los habitantes de Gaza en condiciones de extrema vulnerabilidad. La falta de acceso a alimentos, agua potable y atención médica ha incrementado los niveles de hambre y enfermedades, profundizando aún más la crisis humanitaria. Este conflicto no se ha limitado a la franja de Gaza e Israel. La guerra se ha extendido al Líbano, donde el grupo chiita Hezbolá ha lanzado constantes ataques con cohetes contra el norte de Israel, obligando a la evacuación de 80,000 israelíes. El enfrentamiento con Hezbolá ha puesto en alerta a toda la región, mientras que los hutíes en Yemen han lanzado misiles contra Israel y embarcaciones en el Mar Rojo, afectando gravemente al comercio internacional. La situación ha llevado a la movilización de fuerzas militares de Estados Unidos y el Reino Unido para intentar frenar los ataques, aunque hasta ahora con éxito limitado. Irán, uno de los principales patrocinadores de Hamás y Hezbolá, ha jugado un rol central en la prolongación del conflicto. Desde el asesinato de altos mandos de Hezbolá a manos de Israel, Teherán ha respondido con ataques directos mediante el lanzamiento de misiles y drones contra territorio israelí. Este apoyo ha sido clave para la resistencia armada palestina y libanesa, y las tensiones entre Israel e Irán podrían escalar en un futuro cercano. A su vez, la posibilidad de que Israel lance un ataque contra instalaciones nucleares iraníes mantiene en vilo a la ciudadanía. A pesar de los esfuerzos diplomáticos internacionales, incluidos llamados al alto al fuego y la intervención de la ONU, el conflicto sigue sin una solución a la vista. Las divisiones en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, principalmente debido al veto de potencias como Estados Unidos y Rusia, han impedido avances significativos hacia la paz. Mientras tanto, el sufrimiento de las poblaciones civiles en Gaza, Israel y Líbano continúa, con vidas destruidas y generaciones marcadas por el odio y la violencia. Un año después del inicio de esta guerra, queda claro que el odio, la división y los intereses geopolíticos han impedido cualquier avance hacia una solución justa. Lamentablemente, el precio más alto lo pagan los millones de personas cuyas vidas han sido destruidas o profundamente afectadas por un conflicto que no eligieron, pero que siguen sufriendo cada día. Mientras, este conflicto no solo ha transformado la realidad de Medio Oriente, sino que ha puesto en evidencia la impotencia de la diplomacia internacional para resolver una guerra que amenaza con extenderse más allá de las fronteras de Israel y Palestina. 
Lo que está en juego no es solo la estabilidad de la región, sino el futuro de una paz esquiva, que parece cada vez más distante.

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