El Obispo Vera y su trayectoria pastoral
David Guillén Patiño / El Tiempo MonclovaEl interior de su casa, ubicada en la calle Miguel Hidalgo, se percibe cada vez más iluminado.
Saltillo, Coahuila, MÁS. – Portando las vestiduras con las que minutos antes había oficiado, ya en su domicilio, Don Raúl regresa de supervisar la preparación de su acostumbrado café matutino.
Parsimonioso, se acomoda en el sillón individual de la sala, mientras recuerda el tiempo que le llevó convertirse en sacerdote y escalar posiciones en la jerarquía eclesiástica.
Son casi las 7:00 de la mañana. Los instantes se suceden. El interior de su casa, ubicada en la calle Miguel Hidalgo, se percibe cada vez más iluminado.
De buen ánimo, el obispo emérito se dispone a iniciar la conversación, precedida por un apasionado recuento de su prolongada e intensa trayectoria pastoral.
De vez en vez, sale a flote lo relativo a su servicio en favor de los pueblos originarios de Chiapas y su colaboración con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
El jerarca pronto daría pie a que se le plantease uno de los temas obligados:
“Llama la atención —se le inquiere— que, en su desempeño litúrgico, no se le vea tan activo como antes. ¿A qué se debe?”.
“Porque yo no tengo un cargo, yo no tengo a mi cargo, como te dije, ninguna parroquia, no tengo ninguna misa en la Catedral”, ataja de inmediato.
En cambio, “el señor (Francisco) Villalobos tenía una misa diaria en la Catedral; yo no la tengo”, rememoró Vera López, refiriéndose a quien también fue obispo emérito, hasta la noche del 3 de febrero de 2022, en que falleció, víctima de Covid-19.
—¿Por qué no la tiene?
—Pues eso no lo sé. Yo no me he negado a nada. No soy convocado.
En ningún momento menciona por nombre al actual obispo de Saltillo, Hilario González García, quien oficialmente entró en funciones el 29 de enero de 2021, un año antes del deceso de Villalobos Padilla.
—¿Usted ha solicitado participación?
—No. Yo tenía participación. Ya siendo obispo emérito, seguía teniendo participación en Catedral. Y el obispo Villalobos, siendo también obispo emérito, se siguió quedando con una misa en Catedral. Yo ya no.
—¿Sabe usted por qué no se le toma en cuenta?
—Ni me he metido a preguntar por qué.
—Supongo se siente limitado en ese sentido.
—No. Yo celebro la misa dominical en una parroquia, “La Santa Cruz”, en la colonia Landín. Luego, en el Santuario de Guadalupe, tengo la misa de doce, a media semana y, el domingo, la misa de ocho de la mañana. Esas son las actividades públicas que yo tengo, por eso no me ves pa´allá y pa´acá.
El prelado vuelve a hacer un contraste respecto del trato tan diferente que se le da respecto de su extinto homólogo.
“Pero el señor Villalobos estaba aquí (en la Catedral). El señor Villalobos era invitado, incluso, a hacer confirmaciones acá y allá. Yo no”.
Al hacérsele la observación de que, siendo obispo, le corresponde también oficiar en la Catedral, esboza una sonrisa, y responde: “Es lo único que te puedo decir”.
Enseguida, explica: “Somos obispos, a nosotros nos toca recibir las iglesias como fueron organizadas y, si queremos cambiar algunas cosas, tenemos libertad.
“Pero, en el meollo de lo que sostiene a la iglesia, tenemos que respetar, eso que ni qué. Yo también llegué a diócesis donde tenía que respetar.
“Si algo se podía mejorar —prosigue—, lo mejorábamos. Por ejemplo, en las dos diócesis que recibí, yo no fui obispo en San Cristóbal (de las Casas, Chiapas), solo coadjutor.
“Era el sucesor, pero, pues, a algunos no les gustó que siguiera el trabajo de Don Samuel (García). Muchos creían que yo llegaba a desbaratar toda esa estructura que hizo Don Samuel...
“A un hermano obispo le dije ´no tengo nada que cambiar, ¡San Cristóbal tiene un trabajo primoroso!´”, evoca.
Fray José Raúl Vera habla a continuación en torno a su involucramiento con el movimiento zapatista en su lucha por la justicia social, y de cómo esta experiencia puede ser aplicada en la diócesis de Saltillo, según su situación social actual.
“Sinceramente, yo no leo nunca en el simple estado de ánimo de la gente, nunca leo desde ahí. Yo aprendí de la filosofía escolástica, que tenía como principal autor a Santo Tomás de Aquino, un ilustrísimo dominico, hermano mío, pues yo soy fraile dominico.
“Ya después —refiere—, mi formación teológica se dio en un espacio abierto, más orientado al camino de la iglesia en el mundo actual.
“En el orden filosófico, fui instruido en las principales materias, como la metafísica y la teodicea, que es la búsqueda de Dios desde el punto de vista filosófico, las primeras causas que sustentan la Creación.
“Pero, sobre todo, la metafísica, que es la que da una estructura sobre la captación del ser de las cosas y de las causas que lo mueven.
“Yo le doy gracias a Dios que me formé en eso, porque a mí me dio una certeza en el juicio, como lente social”.
Así pues, los desequilibrios sociales, “no me agitan —asegura—, no me inquietan cuando también veo causas deformadas dentro de la sociedad, pero sí lo incorporo en mi trabajo pastoral, para enfrentar eso”.
Ante las adversidades contemporáneas, “no sufro, porque si no entonces sería un inútil, y a lo mejor hasta miedoso de equivocarme”.
“Todo mi trabajo, toda mi predicación, o sea, cuando leo el Evangelio, estoy con un ojo en el Evangelio y, con el otro, en la realidad”.
Aporta más sobre la utilidad del Evangelio: este debe aplicarse “para enfrentar como comunidad de Jesús en lo que aquí se vive; esto es lo que he hecho toda la vida...”.
“En ese sentido, yo no me siento así, como trabado, no, porque la cercanía al Evangelio me da la capacidad de entender por dónde debo hablar”, enfatiza.
“¿Es así como usted pudiera, en algún momento, manejar el miedo, por ejemplo?”, se le preguntó.
“Nomás eso me faltaba —exclama—, que yo tuviera miedo de hablar de la verdad, nunca”.
Fue más allá: “No, yo no tengo miedo, sinceramente, aunque me maten por hablar de la verdad, porque yo sé que puede suceder”.
Para ilustrarlo, narra los momentos de peligro extremo que ha vivido: “En Chiapas —recuerda—, yo tuve amenazas, claro que sí, Don Samuel y yo recibimos amenazas (de muerte), y hemos tenido incursiones de paramilitares”.
Sin embargo, aprendió del fenecido obispo de San Cristóbal que, en esas difíciles circunstancias fue “un hombre sereno”, todo, gracias al hecho de “conocer la verdad, la mente de Dios y el Evangelio, que es nuestra principal luz”.
Tras dejar entrever que su lucha no ha terminado, fray José Raúl Vera López se dispone a revelar enseguida algunos de sus sentimientos más profundos y de sus planes para el futuro inmediato, tema que será abordado en la siguiente entrega de esta entrevista.
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