El gobernador de Coahuila que se suicidó
Néstor Jiménez / El Tiempo MonclovaTras una confrontación con el trato déspota del presidente Miguel
Alemán, el mandatario estatal tomó la radical decisión.
Ignacio Cepeda Dávila, quien fuera gobernador de Coahuila del 1 de diciembre de 1945 a 1947, es recordado tanto por las obras públicas que realizó durante su gestión como por el trágico final de su vida.
Nacido el 24 de noviembre de 1904 en Arteaga, Coahuila, fue hijo del revolucionario Abraham Cepeda y María del Refugio Dávila. Su vida política y su muerte han sido objeto de análisis, particularmente en la obra del también exgobernador de Coahuila, Óscar Flores Tapia, quien dedicó un fragmento de su libro López Portillo y yo al caso de Cepeda Dávila.
Contribuciones. Durante su mandato, Cepeda Dávila llevó a cabo diversas obras que dejaron una huella duradera en el Estado, pero su carrera política se vio marcada por tensiones con el entonces presidente de la República, Miguel Alemán Valdés. Descrito como reservado e introvertido, Cepeda tuvo varios enfrentamientos con el presidente, lo que, según Flores Tapia y otros, contribuyó a su lamentable desenlace.
Problemas. Uno de los conflictos más notables surgió a raíz de la tardanza de la legislatura local en aprobar una enmienda constitucional que autorizaba al Gobierno Federal a recaudar el impuesto a la cerveza, que previamente había sido una fuente de ingresos del Estado.
Según Flores Tapia, el gobernador se encontraba visiblemente molesto cuando su secretario particular le informó sobre las quejas de México por la demora.
En ese momento, Cepeda expresó: "Que esperen, y que no olviden que Coahuila es un estado libre y soberano", frase que se volvería un eco de su trágico destino.
Conflicto. Días después, Cepeda fue recibido por el presidente Alemán en una audiencia en la que, según el relato de Flores Tapia, no hubo cordialidad. El presidente lo recibió de pie, sin estrecharle la mano, y le indicó que cualquier asunto oficial debía ser tratado a través de la Secretaría de Gobernación. Para asuntos personales, añadió, el presidente "no tenía tiempo". Alemán cerró la conversación con una frase que resultaría devastadora para Cepeda: "Esto debe ser lo normal para el gobernador de un estado libre y soberano". La referencia irónica a las propias palabras del gobernador hizo que el golpe fuera, más que político, profundamente moral. Desde ese encuentro, Cepeda regresó a Saltillo profundamente afectado. Aquellos cercanos a él comenzaron a notar un cambio en su actitud, señalando que nunca más volvió a ser el mismo. Uno de sus acompañantes en ese viaje, León Paredes, quien fungía como secretario general de Gobierno, recordó más tarde haber percibido una gran angustia en Cepeda, sospechando incluso que había considerado quitarse la vida durante el trayecto en tren de regreso a Saltillo. El momento más inquietante ocurrió cuando, poco antes de llegar a la estación de Saltillo, Cepeda comentó a sus colaboradores León Paredes y Armín Valdés Galindo, alcalde de Torreón: "Ahorita, cuando el tren se desvíe en la Y griega y se detenga para entrar de reversa a la estación, aprovechan y se bajan, al fin que en contra de ustedes no hay nada a mí me están esperando para aprehenderme".
Sin embargo, cuando el tren finalmente llegó, en lugar de encontrar un despliegue de fuerzas federales, fueron recibidos por una multitud de amigos y funcionarios que celebraban el regreso del gobernador, acompañados por una banda de música que llenaba el aire con marchas festivas. A pesar de la cálida bienvenida, Cepeda no encontró paz. Al llegar a la extinta Casa Alameda, donde residía, ordenó a su secretario particular, Carlos Valdés Villarreal, que le trajera ciertos documentos y un retrato de su padre.
Desesperación. Antes de salir a cumplir las órdenes, Valdés notó una pistola debajo de la almohada de Cepeda y la acomodó nuevamente bajo la misma. Instantes después, al escuchar una detonación, Carlos corrió de regreso para encontrar el cuerpo del gobernador. Ignacio Cepeda Dávila se había disparado, poniendo fin a su vida el 22 de julio de 1947, marcando un episodio trágico en la historia política de Coahuila.
Consternación. La muerte de Cepeda Dávila dejó muchas preguntas sin respuesta.
Algunos creen que fue el resultado de las crecientes presiones políticas, mientras que otros sostienen que fue un acto desesperado de un hombre que se sintió traicionado y acorralado por el poder central.
Su legado ha sido recordado no solo por su trágico final, sino también por las obras que lograron concretar durante su tiempo en el gobierno, así como por la polémica que rodeó sus últimos días en el cargo.
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