El primer ministro saliente de los Países Bajos, Mark Rutte, ha quedado como el único candidato para dirigir la OTAN.
Aunque cuenta con el respaldo de los aliados, Rutte enfrentará una serie de desafíos importantes cuando asuma el cargo de secretario general, sucediendo a Jens Stoltenberg. El desafío más urgente para la OTAN es la guerra en Ucrania. La organización debe mantener una defensa y disuasión fuertes para evitar que el conflicto se extienda a los países aliados y provoque un enfrentamiento directo con Rusia. La OTAN, aunque no es parte directa del conflicto, ha apoyado a Ucrania desde el inicio y los aliados han decidido que Ucrania se integre en la organización en el futuro. Rutte supervisará la aplicación de las decisiones que se esperan de la cumbre aliada de Washington en julio, incluyendo un papel más activo en el envío de ayuda militar y la formación de soldados ucranianos. Además, se discutirá la creación de un fondo militar anual de 40.000 millones de euros para Ucrania, como propuso Stoltenberg.
La OTAN reconoce a Rusia como su principal amenaza debido a su capacidad para emplear tácticas híbridas que desestabilizan a los países aliados. Rutte deberá atender las necesidades de los aliados frente a lo que ya consideran una "campaña de actos hostiles" rusos, que incluyen sabotajes, ciberataques y el uso instrumentalizado de migrantes. La respuesta aliada podría incluir un mayor intercambio de inteligencia, mayor protección de infraestructuras críticas y nuevas restricciones a los agentes de inteligencia rusos.
Aunque China no es vista como una amenaza directa, su creciente inversión militar y apoyo a Rusia en la guerra de Ucrania preocupan a la OTAN. Pekín suministra a Moscú bienes de doble uso y electrónica empleada en la invasión. La OTAN considera que los eventos en el Pacífico también afectan su seguridad, y Rutte tendrá que profundizar la relación con socios del Pacífico como Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
Desde 2014, la OTAN ha trabajado para incrementar el gasto en defensa, estableciendo un objetivo del 2% del PIB como mínimo. Rutte deberá continuar este esfuerzo, especialmente en el contexto de las negociaciones de un nuevo presupuesto comunitario de la Unión Europea, donde la defensa competirá con otras políticas de competitividad. Además de las tensiones en el flanco este, la OTAN enfrenta inestabilidad en su frontera sur. Países como España e Italia subrayan la necesidad de atender estas amenazas adecuadamente. Rutte tendrá que implementar la estrategia para el flanco sur que los aliados esperan aprobar en la cumbre de julio en Washington.
Las posiciones divergentes de los aliados han sido evidentes en los últimos años, especialmente con Hungría, que ha resistido decisiones tomadas por consenso en la OTAN. Aunque Hungría finalmente apoyó a Rutte, lo hizo con la condición de no bloquear nuevos proyectos de ayuda a Ucrania. La posible vuelta de Donald Trump a la presidencia de EE. UU. plantea dudas sobre el futuro apoyo a Ucrania y el compromiso con la OTAN. Trump ha sugerido que podría animar a Rusia a atacar a los países de la OTAN que no cumplan con sus cuotas de gasto en defensa, lo que añade una capa de incertidumbre al mandato de Rutte.
Mark Rutte asumirá el liderazgo de la OTAN en un momento de grandes desafíos y deberá demostrar una habilidad excepcional para mantener la unidad y fortaleza de la alianza frente a amenazas tanto externas como internas.
