Quizá haya muchos más planetas habitables en el universo de los que creíamos. De hecho, y según un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences hay cientos de millones de ellos, solo que en vez de orbitar en torno a estrellas como la nuestra, lo hacen en torno a enanas rojas.
El dato no es enteramente nuevo. Sabemos que las enanas rojas son excelentes candidatos a albergar planetas rocosos de tamaño y masa similares a la Tierra porque su secuencia principal es muy estable y se calcula que puede durar miles de millones de años, lo que en teoría es tiempo suficiente como para que se formen planetas a su alrededor y estos a su vez tengan tiempo para desarrollar condiciones que hagan posible la vida. En la práctica ya hemos encontrado varios sistemas así, algunos tan célebres como TRAPPIST-1 o Próxima Centaury, la estrella más cercana a nuestro Sol. De hecho, las enanas rojas son el tipo más común de estrella en la Vía Láctea, por los menos en la vecindad del Sol, lo que también es una buena noticia de cara a encontrar un sistema que tenga al menos un planeta en zona de habitabilidad.
Por supuesto, no todo son buenas noticias. Sabemos también que las enanas rojas tienen dos problemas, y es que son pequeñas pero muy temperamentales. La enana roja más brillante conocida emite solo un 10% del brillo de nuestro Sol. A resultas de ello, para que un planeta esté en zona de habitabilidad (el rango de temperaturas necesario para que haya agua líquida en su superficie) tiene que estar mucho más cerca de la estrella de lo que está la Tierra del Sol, y eso lo expone a los frecuentes “ataques de ira” de la estrella. A menudo las enanas rojas sufren de explosiones, tormentas solares y eyecciones de masa coronal capaces de erosionar la atmósfera de planetas cercanos. La radiación ultravioleta que emiten estos eventos es suficiente como para esterilizar la superficie de cualquier planeta rocoso e impedir que surja vida aunque el resto de condiciones sean favorables.
Para hacer las cosas más difíciles, esta proximidad a sus estrellas favorece el acoplamiento de marea, un fenómeno por el que la rotación del planeta se sincroniza con su órbita de manera que siempre muestra la misma cara hacia la estrella. Es lo que le ocurre a Mercurio en nuestro Sistema Solar, y desde luego es un fenómeno muy poco favorable a la hora de mantener agua líquida sobre su superficie.
Sabemos, en definitiva, que hay muchas enanas rojas y que aparentemente todas o casi todas tienen planetas en órbita, pero no estamos seguros de cuántos de estos planetas realmente reúnen las condiciones necesarias para la vida tal y como la conocemos en la Tierra. Aquí es donde entra el trabajo de Sarah Ballard y Sheila Sagear. Estas dos astrónomas de la Universidad de Florida llevan años estudiando exoplanetas y en su último estudio se han centrado en la excentricidad de las órbitas de exoplanetas alrededor de enanas rojas. La excentricidad de la órbita (lo ovalada que es esta respecto a la estrella) es un buen indicador de la posibilidad de que haya acoplamiento de marea y por tanto el exoplaneta no sea apto para la vida. Tras estudiar 150 de estos exoplanetas usando datos provenientes de diferentes telescopios como el telescopio Gaia o el telescopio espacial Kepler, Ballard y Sagear han concluido que dos tercios de los exoplanetas que orbitan alrededor de enanas rojas no son aptos para la vida.
La buena noticia del estudio es exactamente la que se refiere al tercio restante. Aproximadamente un tercio de los exoplanetas en torno a enanas rojas podrían estar en zona de habitabilidad. Eso se traduce en cientos de millones de planetas potencialmente habitables y proporciona un dato útil más a la hora de centrar los telescopios en candidatos potenciales para albergar vida.