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ENCUADRES... Romancero político

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Ángel F. Chávez Félix
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Históricamente, los romances y la política no terminan bien. Y no me refiero a las relaciones personales, por supuesto, sino al fugaz idilio de las promesas al electorado.

Esta columna, se escribe al pie de la escalinata de la Presidencia Municipal de Torreón, donde reside mi pluma. 

El Sol ya se agotó y faltan, en horas, escasos dos días para la jornada electoral del domingo 4 de junio.

Esta columna, se lee en donde la tinta y los espacios digitales lo permiten. Para quien recibe, ya es lunes 5 de junio y, previsiblemente, hay nuevo gobernador y diputados locales electos para Coahuila.

Pero, sin importar el tajante tiempo, la realidad y los hechos no cambian en un voto.

Nunca he sido bueno con la exactitud de los nombres, y pido de antemano una disculpa por ello, pero mi memoria parece no discriminar ni la calidad ni la dureza de las palabras.

En mis tiempos de estudios comunicológicos y políticos, en términos de la publicidad electoral, un buen asesor de los de antaño, resumió toda su trayectoria en una sola frase: no es lo mismo proyectar o elegir a un buen candidato, que tener finalmente a un buen gobernante.

En la práctica, me costó interiorizarlo, pero aquel viejo lobo político, en definitiva, no estaba equivocado.

Las elecciones de Coahuila y el Estado de México, se usaron, sin tapujo alguno, como un termómetro para las presidenciales de 2024. Y, aunque no creo que alguien pueda dudar que así lo fueron, haber enarbolado el discurso de este escenario con ánimos polarizantes, es por demás riesgoso.

Las promesas, propuestas, planes de trabajo y agendas legislativas que de ahora en adelante echen a andar los diputados y el gobernador electo son una cosa, pero la exigencia ciudadana de un cambio implica ver el panorama de forma integral, y en ello, puede basarse el trillado argumento de que, en las democracias, no basta con ejercer la ciudadanía sufragando.

El filósofo español Carlos Fernández Liria dijo alguna vez sobre las elecciones que “los ciudadanos saben perfectamente que no se les llama a votar para consultar sus razones, sino para hacerles entrar en razón”.

Y el escritor y poeta colombiano Jorge González Moore remató advirtiendo que “el ciudadano debe recordar más sus deberes que sus derechos”.

Por supuesto, estos argumentos no excluyen las responsabilidades de la estructura gubernamental o política. Pero, insisto, vivir en un Coahuila o en un México donde la división y el enfrentamiento parecen regir las leyes, debe dejar en claro la necesidad de construir unidad y acción, empezando por el inquebrantable poder de las bases.

Ojalá que después de ayer, 4 de junio, al menos una parte de la ciudadanía lo haya comprendido. ¿O usted qué opina?

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