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Encuadres... Ser humanos

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Ángel F. Chávez Félix / El Tiempo de Monclova
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A Verónica, portadora de la victoria

Para todo hay una primera vez, incluso para los recuerdos que se traen a la memoria por vez primera.

Este fin de semana comprendí estos dichos a cabalidad. En un extremo, luchó la emoción del maratón que año con año mueve a La Laguna, región en que me enclavo; por otro, con máscara de verano próximo, se subió al ring la falta de agua anticipada.

La batalla fue dura, pero, adelanto: ganó la naturaleza de ser humanos.

Mi residencia en la Región Laguna no es nueva, aquí nací y llevo ya varios años siendo abrazado nuevamente no solo por su calidez climatológica, sino también por la humana.

Quien recorra México, sea propio o ajeno, puede decepcionarse de muchas cosas, pero nunca de su gastronomía ni de su gente. Y eso en La Laguna es casi un emblema.

Más allá del Club Santos, el Cristo de las Noas o el cuasi reciente Teleférico, esta tierra que asegura haber vencido al desierto, también puede afirmar que nunca estará derrotada en términos de nobleza, buena comida y amenas charlas. La fiesta de su maratón, trascendiendo lo deportivo, así lo demuestra.

La disciplina de los atletas es innegable. Y su cumplimiento es estrictamente religioso. Pero, el impulso de salir año con año a motivarlos, acompañarlos en su recorrido y convencerles que pueden sentirse reivindicados en lo correcto, roza además lo divino.

Ayer salí a las calles y físicamente eran iguales, tal vez algunas incluso peores que la última vez que las recorrí, pero en ellas el ruido de los automóviles fue absorbido por porras y cánticos que llegan al mismo Olimpo y que traen de regreso sabias fuerzas místicas para seguir enfrentando retos.

Punto por punto, es una mínima fracción de un minuto la que se ve pasar a los atletas, pero ese tiempo es tan suficiente, que se parece a quien se sumerge 42 kilómetros bajo la profundidad del cielo y sale respirando en un parto.

Sí, un parto. Un parto colectivo. 

Gracias a nosotros, que pude nacer de nuevo. Gracias a la persona que me sacó debajo de ese cielo, que nacimos, otra vez, todos.

Ah, y en cuanto a la falta de agua, mis votos con la momentánea eternidad de que prevalezcan los buenos ratos.

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