Llegó de Cuba para quedarse en México y convertirse en uno de los ídolos tricolores.
Randy Arozarena representa México y su béisbol como pocos han hecho en la historia reciente de las Grandes Ligas.
Más allá de sus extraordinarios números dentro del terreno de juego, que incluyeron 23 jonrones y 83 carreras producidas al llegar al último partido de la temporada regular, Arozarena se ha convertido en el símbolo mexicano de la pelota los últimos años y aun más después de que Julio Urías fue separado de Los Angeles Dodgers por un problema de violencia doméstica.
Pero sobre todo, a partir del Clásico Mundial de Beisbol anterior, para el que él mismo realizó el trámite de naturalización mexicano; el territorio que lo acogió durante el paso de su natal Cuba hacia las Grandes Ligas.
El país, que como él mismo dice, se convirtió en su hogar, donde nació su hija, donde pudo seguir soñando con jugar pelota y en el que vive en el que hasta las fecha vive cuando termina la campaña ligamayorista.
