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Razones por las que trabajar en exceso no debe de celebrarse

Razones por las que trabajar en exceso no debe de celebrarse
Agencias / El Tiempo de Monclova
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Definitivamente trabajar en exceso no es una cualidad que debamos aplaudir.

En un mundo laboral donde trabajar en exceso pareciera ser el tributo que la productividad le rinde al éxito, actualmente se hace cada vez más evidente la urgencia por una necesaria pausa. Si bien el surgimiento de la definición del famoso síndrome del burnout ya nos lo anunciaba desde hace algunos años, tras la pandemia se hizo todavía más notorio que, en efecto, la obsesión por acumular horas de trabajo —cual si se tratara de insignias dignas de presumir— debe llegar a su fin. Porque no, para nada hay algo glamoroso o benéfico en ello, por más que así nos hayamos convencido, especialmente en esta generación. 

Con cientos de mensajes, correos y llamadas invadiendo el tiempo de ocio, fines de semana que se ven reducidos a una extensión de la rutina laboral y días de vacaciones que se aplazan —y acumulan— pues parecieran amenazar la cuestionable estabilidad de los itinerarios y objetivos empresariales; es así como hemos llegado al límite, no sin antes haber pagado el precio de lo que pareciera ser el camino correcto rumbo a una vida profesional exitosa. 
Y es que, aceptémoslo, para muchos, trabajar en exceso casi siempre supone el plan obligado para convertirnos en toda una boss lady, repercutiendo de múltiples maneras y mucho más allá de la escena laboral.

Deterioro físico. Cierto es que con cada día y, especialmente, con el paso de los años, el cuerpo tiende a deteriorarse; no obstante, con una infinidad de compromisos y agendas saturadas que conllevan una vida con exceso de estrés y ansiedad, el cuerpo inevitablemente nos cobra la factura. Desde una notable fatiga crónica hasta malestares como migraña, contracturas y hasta pérdida capilar, son algunas de las muchas formas en las que el deterioro físico se hace notar afectando la salud e, incluso, impactando en la longevidad; condición que se acentúa y perpetúa conforme se mantienen rutinas aceleradas y extenuantes sin pausa alguna. Según los expertos, esto tiene que ver con el incremento en los niveles de las hormonas del estrés, como el cortisol, adrenalina, epinefrina y norepinefrina, las cuales aunque en el momento ayudan a actuar con mayor agilidad, a largo plazo —si se mantienen siempre activas— aceleran el deterioro corporal. 

Agotamiento mental. Si hay algo que constantemente define a nuestra generación, ese es el agotamiento intelectual. Y es que más allá del evidente agotamiento físico que, casi siempre, puede sobrellevarse con una buena tarde de descanso, lo cierto es que los estragos en el terreno mental repercuten directamente en el estado anímico, impactando tanto en la motivación laboral e, incluso, en la autoestima y plan de vida. 

Bye relaciones interpersonales. Por más que nos cueste, debemos reconocer que trabajar en exceso siempre termina por impactar en aquellos que nos rodean, haciendo que la interacción con familia y amigos se vuelva mucho más esporádica y, finalmente, en el peor de los casos, volviéndola casi nula.

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