Varias gasolineras no tienen la costumbre de cambiar la contraseña de seguridad de fábrica de sus surtidores
Los precios de la gasolina están en un mayor precio jamás visto, lo que ha tenido consecuencias de robos de combustible. Pero mientras algunos ladrones van carro por carro abriendo la tapa del depósito y extrayendo el líquido con sifones, otros más refinados han encontrado la manera de repostar sin ningún costo en las estaciones de servicio hackeando directamente sus surtidores.
Según medios locales, al menos 22 usuarios han sido sorprendidas en Estados Unidos desde marzo por maniobrar digitalmente los ordenadores que administran los surtidores de gasolina o instalarles dispositivos caseros para rebajar el precio del combustible.
Ambos métodos aprovechan que estos equipos están muy estandarizados y dependen de un pequeño grupo de fabricantes, que normalmente no añaden grandes protecciones de seguridad.
El primer truco afecta primeramente a los proveedores de marca Wayne, estas bombas tienen una opción de control remoto para que los propietarios de las gasolineras y los inspectores de combustible puedan acceder fácilmente a sus ordenadores, pero muchas estaciones de servicio dejan sin cambiar la configuración predeterminada, por lo que siguen usando los códigos de fábrica.
El segundo truco afecta a los surtidores fabricados por Gilbarco, los ladrones utilizan un dispositivo casero, que puede hacerse con un puñado de piezas de ferretería, para reducir la velocidad del pulsador que mide la cantidad de gasolina que se está bombeando.
Este aparato es el que informa al surtidor de cuánto debe cobrarle a un cliente. El dispositivo consigue reducir la velocidad del pulsador para que registre solo una parte del combustible que se está dispensando.
Aunque el robo de gasolina existe desde siempre, fue con el huracán Katrina que detonó el drástico de los precios hizo que las estaciones de servicio estadounidenses estandarizaran el pago por adelantado para evitar los robos. Esto obligó a los ladrones a aprender nuevas técnicas para manipular los surtidores y los sistemas de pago, una práctica que se ha vuelto normal a medida que aumentan de nuevo los precios del combustible.
