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Encuadres... Nadie está seguro

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Ángel F. Chávez Félix / El Tiempo de Monclova
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En fechas recientes, dos atroces crímenes contra mujeres estremecieron a los mexicanos. 

En fechas recientes, dos atroces crímenes contra mujeres estremecieron a los mexicanos e hicieron, nuevamente, un estruendoso eco de la violencia feminicida.

El primero es el caso de Luz Raquel Padilla, ocurrido en Zapopan, el cual tuvo lugar después de varios asesinatos de mujeres de gran repercusión mediática, algunos de ellos sin resolver, incluyendo el de Debanhi Escobar, también cercanamente.

Organizaciones de derechos humanos denunciaron que la policía no actuó ante una orden de alejamiento y protección obtenida por Luz Raquel después de que alguien le escribiera “Te voy a quemar viva” frente a su departamento y que se supiera que sus vecinos aparentemente se quejaban por los ruidos que hacía su hijo autista.

Después de su muerte, la policía detuvo a un vecino que supuestamente había sido nombrado en la orden de protección, pero señalaron que no había pruebas de que estuviera cerca de la escena del crimen.

Sin embargo, el martes pasado, Luis Méndez Ruiz, fiscal de Jalisco, explicó que las imágenes de video de las cámaras de seguridad mostraron que la víctima había comprado dos botellas de alcohol y un mechero en tiendas cercanas al parque donde fue encontrada con graves quemaduras el 16 de julio. 

"La intención jamás es revictimizar o criminalizar a nadie”, dijo Méndez Ruiz, asegurando que “la persona que está detenida también tiene derechos”.

El 6 de mayo, Luz Raquel Padilla había solicitado una orden de alejamiento contra un vecino, que creía que estaba detrás de las amenazas. Un juez concedió esa orden, y el hecho de que muriera mientras estaba supuestamente protegida alimentó la ira por su caso. Activistas acusaron que las autoridades no habían hecho lo suficiente.

El otro caso es el de Margarita Ceceña, una madre de tres menores de edad quien fue rociada con un líquido, aparentemente gasolina, el 1 de julio y quien murió hace dos domingos.

La quema de Margarita a manos de sus familiares, por la supuesta disputa de una casa en Cuautla, Morelos, quedó grabada en un video captado por el hijo mayor de la víctima, y en él se aprecia a Primitivo "N", presuntamente concuño de Margarita, cargando una garrafa de gasolina. 

El feminicida camina directo hacia Margarita, eleva la garrafa con el combustible y lo arroja sobre el cuerpo de la víctima. "Échale un cerillo, échale un cerillo", le gritan las mujeres que lo acompañan para agredir a Margarita y a su familia.

Ambos casos, ya sea para exigir fincar responsabilidades, para solicitar la atracción de las investigaciones, el castigo a los culpables o para denunciar las presuntas omisiones de fiscalías y ministerios públicos, han derivado en la condena lo mismo de actores políticos que de la misma sociedad, agobiada por la atrocidad cada vez más acentuada de los crímenes y por el letargo cada vez más hondo del actuar de las autoridades.

Lo cierto es que más allá de adoptar moralinas o pretender convocar bajo banderas de género, este tipo incesante de feminicidios no solo tiene un impacto criminal, sino también sociológico, pues ahonda más en las profundas heridas de políticas y visiones arcaicas que al mismo tiempo unen, pero dividen.

Ya muchas ocasiones se ha dicho que Luz Raquel o Margarita pueden también ser “la prima” o “la madre” del que escribe, pero también son el propio autor, pues mientras el género siga siendo un motivo de odio, ni ellas ni nosotros estamos seguros.

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