ENCUADRES... Positivo (II)
Ángel F. Chávez Félix / El Tiempo de Monclova
Era lunes a las 13:30 horas. La cita se había establecido para una hora después, pero los nervios y la ansiedad habían apresurado mi llegada.
Como lo conté en la intervención pasada, el ambiente era tenso. Disonante con el habitual del Centro de Torreón a unas cuadras a la redonda.
En el laboratorio la fila para quienes no habían corrido con la suerte de establecer previamente una hora para su prueba, superaba las 50 personas. Esto solo para las de PCR. La espera para una de antígenos era similar o mayor.
Al interior del sitio, el personal administrativo trabajaba con más apuro que precaución. Un hombre se encargaba de repartir turnos para ingresar. Las cajeras sorteaban las veces de orientadoras y encomendadas a la cobranza.
El tiempo que estuve en espera, a pesar de tener cita, no fue poco. Mi desespero y ansiedad tanto por conocer el resultado como por no exponerme de más me hacían preguntar constantemente sobre cuándo pasaría al procedimiento, lo que finalmente llegó casi dos horas después de lo acordado.
En la sala de muestras, aunque lo había visto con regularidad en estos tiempos pandémicos, no dejaron de sorprenderme las medidas de sanidad para realizarme la prueba. Dignas de una película virulenta al más puro estilo de Hollywood.
En la breve plática que tuve con el personal, la mujer que tomó mi muestra no escondió su cansancio y preocupación al relatarme la saturación del sitio y confirmarme que, lo que yo había visto, era solo un asomo de lo que transitaba cada día ante sus ojos.
Retirarme del laboratorio y transitar a casa fue una entrega a la duda. Un andar sin saber si además de ser un riesgo para mi salud, un posible contagio era también un peligro para los míos.
Afortunadamente, no tuve que esperar mucho para saberlo. El laboratorio cumplió con su parte y en menos de dos horas ya sabía que era un positivo.
Lo que vino después no fue solo aislarme u ocupar la mente en cómo cumpliría con mis necesarias actividades, pues, ahora tenía que acudir con un médico y recibir tratamiento.
Esta fue otra parte dura. Tanto en el ámbito público como en el privado, no cualquier galeno quiere tratar a un paciente con COVID-19 y encontrar a alguien que estuviera dispuesto a revisarme fue toda una faena, lo cual se sumó al hecho de que, aunque no lo había contado, sí presentaba síntomas molestos, tales como un intenso dolor de cabeza, dolor de cuerpo acentuado en las extremidades, falta de gusto y olfato, dolor de garganta, y un cansancio que lo menos que quería era recorrer la ciudad en busca de un especialista, aunque era lo que más prudente y necesario.
La revisión con el médico no duró mucho, pero fue completa. Salí de su consultorio con un cóctel de medicamentos para el dolor, fiebre y antibióticos.
Empecé el tratamiento tan pronto llegué a casa y a los dos días siguientes ya tenía mejoría. Sin embargo, lo que también apenas comenzaba y me haría entender otro aspecto del COVID-19 era el aislamiento, ese mismo que justo ahora, enfermos o no, no todos están dispuestos a cumplir y nos tiene al borde de un colapso…
Nos leemos la próxima semana.
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