El Día de los Fieles Difuntos, que en sincretismo con la cultura y las tradiciones prehispánicas de Mesoamérica daría origen al Día de Muertos, no surgió en Roma, como ha llegado a creerse, sino en Francia, donde en el año 998, San Odilo, quinto abad del Gran Monasterio de Cluny, tuvo la idea de rezar por el descanso de todos los no vivos.
En Cluny ya existía una celebración similar, que eran los "psalmi familiares", pero eran dedicados exclusivamente a quien pertenecía a linajes aristocráticos; lo que hizo San Odilo, por decirlo en palabras simples, fue "democratizar" la celebración.
Su idea fue bien recibida en Francia, y Roma decidió adoptarla hacia el siglo XIV. Posteriormente, se fue extendiendo por toda la Iglesia católica, llegó a España en el siglo XV y de allí los conquistadores la llevaron al nuevo continente, donde se mezcló con las tradiciones indígenas, pues en la América precolombina, desde hace tres mil años los aztecas, los mayas, los purépechas, los nahuas y los totonacas acostumbraban guardar los cráneos de los fallecidos y mostrarlos como trofeos durante rituales que simbolizaban tanto a la muerte como al renacimiento.
A su llegada, los conquistadores españoles se toparon con estas tradiciones y las mezclaron con sus celebraciones, moviéndolas al 2 de noviembre para que coincidieran. Así, surgió la festividad del Día de Muertos en México, por lo que muchos especialistas consideran que es una fiesta sincrética.
Durante el día, se acostumbra visitar los cementerios, dedicar ofrendas florales y montar altares para honrar a los difuntos.
Este 2022, de acuerdo con el Inegi y con base en datos de 2020 y 2021, el periodo más intenso de la pandemia, México recordará a quienes partieron sumándose a una cifra que representa un exceso de mortalidad, pues en el país el número de fallecimientos registrados en tal periodo se posicionó por arriba de lo estimado inicialmente, con un porcentaje de 47.26%, principalmente debido al COVID-19.
Aunque de enero de 2020 a diciembre de 2021 se esperaban un millón 490 mil 355 defunciones por canales endémicos, ocurrieron 2 millones 194 mil 713, lo que incide en un exceso de mortalidad por todas las causas de 704 mil 358 registros.
La tasa de defunciones ascendió así a 88 por cada 10 mil habitantes, lo que es superior en dos unidades a las 86 reportadas el año anterior.
Por entidad, la mayor tasa de ocurrencia fue en Ciudad de México, con 138; la menor fue en Quintana Roo, con 59. Según el sexo de las personas fallecidas, 474 mil 689 fueron mujeres (42.3 %) y 646 mil 825, hombres (57.6 %). En 735 casos no se especificó. Por grupos de edad, el de 65 años y más fue el que concentró el mayor número de muertes, con 627 mil 755 (55.9%) del total de decesos registrados.
Del total de defunciones, 92.5% fue por enfermedades y problemas relacionados con la salud y 7.5% por causas externas, como accidentes, homicidios y suicidios, principalmente, una cifra a simple vista baja, pero de contexto considerable.
Este 2022, se corre el camino rumbo al 2 de noviembre con un escenario pandémico dibujado diferente, pero con cifras de violencia que se perfilan a superar, por ejemplo, los 3,308 homicidios de 2021, después de los dos años más violentos en la historia de México. Sea cual sea el reporte estadístico siguiente, no puede restarse relieve a la personalización de las cifras, particularmente en estas fechas de honra y festejos. Amén a usted, lector, para que los números referidos no tengan rostro y nombre en su caso o, que si así fuere, llegue el consuelo de experimentar que, al menos en México, los muertos viven más que en otras latitudes, y así nos lo demuestran estos tiempos.
